ALTERNATIVAS

17 de octubre de 2015

LA DEUDA

No es nomás que los países tengan dinero para prestar, por muy ricos que sean. Pero por algo los más industrializados suelen destinar partidas en sus presupuestos para prestar divisas a países que las requieren.

No son las mejores intenciones las que mueven estas gentilezas de los ricos hacia los pobres, sino intereses concretos. Se trata de créditos condicionados a quienes los adquieren, que no pueden gastarlos sino comprando productos del país acreedor y contratando a empresas de ese mismo origen. Es un tipo de fomento estatal a las empresas de su país, para abrir mercado con sociedades que en otras condiciones jamás comprarían las mercancías a las que desde el préstamo estarán obligados.

En realidad, más que prestamos, son fondos destinados a promover las exportaciones. Un país rico suele disponer dinero para darlo a otro más pobre, con la condición que las necesidades de estos últimos se satisfagan comprando productos a las industrias de los primeros.

¿Hay una epidemia en tu país y no tienes para medicinas? Nosotros te regalamos la plata para que puedas adquirirlas, la única condición es que las compres de nuestras industrias farmacéuticas; no se te vaya a ocurrir buscar en otro país, aunque tenga remedios más baratos y mejores. ¡Así funciona!

Durante décadas los país en vías de desarrollo han luchado por librarse de estos créditos, que convierten a los países en dependientes de sus acreedores. Primero compramos helicópteros -por decir algo- y luego tenemos que comprar capacitación permanente y mantenimiento... De esa manera el bondadoso país que pone la plata termina atenazando las decisiones del que la recibe.

¿Y la corrupción? Hay que recordar que este sistema crediticio fue criticado duramente porque fomenta la corrupción en los países receptores. Las empresas de los países prestamistas compiten entre ellas para ser elegidas y ofrecen sendas comisiones. Los créditos condicionados son una lacra para los países pobres, porque los gobernantes terminan aprobando comprar cualquier cosas porque llena los bolsillos, sin importar si le sirve o no al país endeudado. Se han dado y denunciado casos extremos, donde se compran excavadoras de nieve en países tropicales, por ejemplo.

Lo de China y Bolivia no ha de ser ni más ni menos que eso. Como se terminó la plata boliviana, malgastada, chauchitada, despilfarrada, luego de estos excepcionales buenos años, y los compromisos improductivos adquiridos no se pueden parar, so pena de perder popularidad y apoyo, vamos a buscar esos prestamos fáciles.

¿Quieren ferrocarril bioceánico? Tomen para comprar trencitos chinos, aunque Brasil haya dicho que pasar con su producción por el Chapare no es de su agrado y haya acordado con la China llegar al Perú bordeando Bolivia. ¿Quieren fábricas? Tomen fábricas, llave en mano. ¿Quieren satélite? Tomen satélites, aunque sean latas espaciales de baja calidad y poca utilidad. Sumemos dólares, ¿siete mil, diez mil, quince mil? ¿Cuanto quieren?

Y así fue como en poquísimo tiempo Bolivia quedó endeudada como nunca; ahora cada boliviano al nacer debe 1.250 $us, y si se cumplen las amenazas chinas de diez mil dólares más, cada boliviano nacido el año 2017 deberá como unos 2.500.- $us, gracias al maravilloso privilegio de haber nacido al amparo del Estado plurinacional. ¿Y la deuda pública interna? Me olvidaba (no se sabe a cuanto asciende la deuda pública porque el Banco Central no publica ni informa de esto hace más de un año cuando estaba ya por encima de los seis mil millones de dólares, y debe estar llegando a diez), cada uno deberemos algo así como 3.300.- dentro de dos o tres años. ¡Todo un récord!


Cuando esto empezó hace diez años yo lo dije. Lo denunciamos muchos, con dos dedos de frente, un poquito de estudios y algo de experiencia: por este camino hay un muro esperándonos para que nos estrellemos de narices. Esta película la hemos visto y vivido muchas veces y sabemos cómo termina. Solo que esta vez nos tocó un largometraje.

O paramos ahora o no paramos, y el golpe será tremendo. Evo Morales ya no puede detener esta loca carrera hacia el abismo, no puede dar vuelta al timón y abandonar el populismo que habita como un cancer, el corazón de su gobierno. Detener la caída es pararlo a él, ahora, antes de la catástrofe.

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