ALTERNATIVAS

16 de marzo de 2022

EL CHARANGO y LA TRAICIÓN

23 de marzo, Día del Mar

Este es un resumen (para no olvidar) sobre cómo y cuando se produjo la última derrota de una guerra iniciada por Chile el año 1879.


Ocurrió casi un siglo y medio después, cuando el exPresidente boliviano, Evo Morales Ayma, elevó ante la Corte Internacional de Justicia  en La Haya, una demanda sin pies ni cabeza, para que Chile fuera obligado a negociar un acceso soberano al mar a favor de Bolivia.

Evo Morales Ayma llegó a ser Presidente a principios del año 2006. Michelle Bachelet asumió la presidencia en Chile dos meses después, en marzo de 2006.

Esta es la fotografía del encuentro entre ambos. Charango de por medio y la seguridad masista de traer el mar en los bolsillos.


Inaugurada la "Democracia de los Pueblos", el Presidente boliviano decidió que como ambos eran muy de izquierdas se abrían indudables posibilidades para solucionar, por fin, lo del mar pendiente.

La respuesta chilena fue clara: este es un asunto bilateral, que Chile abordará tête-à-tête, solo con Bolivia. En cambio, Bolivia sostenía desde siempre y más aún sobre la base de una resolución de la Asamblea General de la OEA, desde 1979, que su mediterraneidad era un problema de orden regional, en lo que estaban de acuerdo la mayoría de los países sudamericanos que, año tras año, todos los años, activaban con sus votos dicha resolución.

Hasta que llego Morales. Súbitamente Bolivia dejó de presentar la consabida propuesta de resolución. A eso yo le llamo traición, al haber abandonado la tesis boliviana de la multilateralidad y haber aceptado la chilena de bilateralidad, sin que mediara nada a cambio, salvo el delirio del jefe de los cocaleros, a la sazón Presidente.

Fue Evo a buscar a Michelle con semejante tarea cumplida y un charango bajo el brazo, de regalo, como está en la foto; a eso yo le llamo ingenuidad e ignorancia. Y se encontró con la respuesta de ahora y siempre, que la soberanía territorial chilena ni se discute, ni se negocia y menos se toca. Los chilenos aceptaron a regañadientes que entre los puntos a tratar en la mesa bilateral entre cancillerías se pusiera como un punto, creo que el decimotercero, lo del mar.

Esto duró hasta la llegada de Piñera, cuando Morales Ayma decidió que a la derecha neoliberal y proimperialista había que atacarla de frente, y fue cuando se le ocurrió la peregrina idea de trasladar el problema al más alto tribunal de controversias internacionales del planeta Tierra, para exigir que se dictaminara que ante las sugerencias y promesas expresadas por autoridades chilenas en el pasado, ese país estaba en la obligación de negociar una salida soberana al océano Pacífico para Bolivia. A eso yo le llamo una estupidez del tamaño de un transatlántico.

Lo dijo un 23 de marzo, sin consultarlo con nadie. Tengo la impresión que varios de sus ministros se enteraron en las noticias de la tele; los chilenos, deben haberse quedado pasmados unos minutos. Chile respondió que mientras el tema se mantuviera en los tribunales, no habría punto trece, ni catorce, ni quince, y que lo del mar quedaba fuera de la agenda bilateral. ¡Hasta ahí llegó la diplomacia de los pueblos!


Muchos alertamos sobre el peligro. Personalmente lo escribí en este blog e inclusive fui a buscar a su oficina al mismísimo portavoz Don Carlos Mesa Gisbert, para advertir lo que significaba semejante demanda, que de perderse, como sucedió, habría de enterrar para siempre la insistencia boliviana sobre el derecho a una salida al mar.


Y el Tribunal lo dijo: Chile no tiene ninguna obligación de negociar este tema con Bolivia y entre ambos países no ha quedado nada pendiente. Quienes vivimos esos momentos recordamos con horror la cara presidencial al escuchar la sentencia. 

No debemos olvidar, que fue Evo Morales Ayma, el hombre de la más larga presidencia en nuestra historia, quien puso en manos de los chilenos el cierre definitivo de la Guerra del Pacífico, enclaustrando para siempre a Bolivia en el corazón del subcontinente. Y por eso, apenas se pueda, habrá que juzgarlo.

Algo quedó, aunque no se sabe dónde está. Una bandera azul de doscientos mil metros de largo. Repito: doscientos kilómetros de tela azul expuesta por miles de manos de compatriotas a lo largo de una carretera. Vistos los resultados, lo del gigantesco trapo me parece un ridículo, pero los cientos de manos esperanzadas de tantas y tantos compatriotas mirando el horizonte, me parece una putada. ¡Quisieron que Guinness anotara la bandera entre sus récords! Ni eso se logró.


Y para tropezar con la misma piedra, Luis Arce vuelve a esgrimir la hipótesis de que como ahora él y Boric son "hermanos", se puede reabrir algo zanjado con un país con el que no mantenemos ni relaciones diplomáticas; y va él a su posesión, a darle zalamero la mano, a jalarte el saco y murmurarle al oído eso de ¿y el mar? Boric le espetó sonriendo y displicente lo de siempre: ni se negocia, ni se discute, ni se cede. A eso yo le llamo humillación.






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