Pocas experiencias tan fuertes en la vida han de haber como el “Informe sobre ciegos” a los 16 años, cuya lectura me llevó a cuidarme de algún ciego casual que vendiera ballenitas en las calles del centro de Buenos Aires, cada vez que he visitado esa ciudad. Ahora ya no; los cuellos de las camisas se formatean solos. ¿Qué harán los ciegos de Sábato sin ballenitas para vender? ¿Qué harán sin Sábato?
Y a los 16 años y a vuelta de página, es demasiado fuerte también el encontrarte con Alejandra Vidal, en su (?) vieja y centenaria casona en decadencia, como para poder olvidarla hasta el día mismo de la muerte de uno. Con Alejandra no me pasa lo mismo que con otras que se van perdiendo –como dije– en medio de la niebla de los recuerdos del todo tiempo pasado fue mejor, hasta que uno tiene que buscar una fotografía para recordar sus rostros verdaderos. La ventaja de Alejandra es que no tiene rostro verdadero y los rostros imaginados pueden recrearse siempre, sin importar el tiempo; hasta pueden envejecer con uno.
Que ese viejo amor sirva de homenaje a Ernesto Sábato.
Paz en su tumba.
De una pagina a otra llegue a leer tu post, amigo. Me encanta, yo tengo 16 años y descubrí a Sabato con el Túnel como vos, su muerte me trajo una tristeza tan grande parecida a la paz. Leí Sobre héroes y tumbas, mi vida cambio... Fue un giro muy grande para mi. Me quede encantada, creo que no hay escritor que lo supere a Sabato. Es mi gran señor. Me da una plena felicidad encontrar a alguien como vos, que le rinda tan lindo homenaje a Don Ernesto con el amor de Alejandra. Con tu permiso voy a guardar la imagen que esta impresa para el recuerdo.
ResponderEliminarTodos mis cariños envueltos en palabras.
Gracias Estela, tan lindo comentario da sentido a mi post. Cuando suceden estas cosas uno sabe que vale la pena escribir en un blog.
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