ALTERNATIVAS

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7 de agosto de 2014

OLVIDADOS

Digamos primero que es una buena película. Que da gusto ver que en Bolivia se puede hacer cine de calidad y que los mismos actores que en otras cintas parecen estar actuando en farándulas de barrio, en esta se muestran a la altura de los artistas del cine mundial. Da gusto la fotografía, hasta el guión que por muy fácil podría ser objeto de críticas, está bien articulado y cierra de principio a fin un relato aterrador.

La película es buena también, porque es un justo homenaje a la generación que luchó y construyó la democracia sudamericana que hoy gozamos, y la cimentó tan dura y fuertemente que regímenes autoritarios, tan represores y abusivos como los de antaño, no han logrado derribar esa fortaleza de las elecciones, la pluralidad política y el valor del voto, como hubieran querido hacer chavistas, masistas y cuanto bolivariano del siglo XXI pulula por los rincones patrios.


Pero llega algo tarde porque corresponde a un ciclo del cine que hace quince años en Argentina y Chile ya contó y filmó a raudales, sobre el recuerdo de la sangre de más de 50.000 arrestados, torturados, exiliados y muertos, que es lo que le costó a Sudamérica la Guerra Fría y la “seguridad nacional” de los estados dictatoriales de ese entonces.

Tarde pero llega, se podría decir también. Para recordarle a los y las jóvenes bolivianos que esas fueron cosas que vivimos en este país y que no deben repetirse nunca más. Y se debiera personalizar mejor, así como se acusa a los dictadores de entonces, cobn nombres y apellidos, se debiera decir que los del otro lado, los que pelearon y peleamos por la democracia, fuimos miristas, socialistas, demócrata cristianos, chicos del ELN boliviano; el anonimato de un lado no le queda bien al film.

Y finalmente el contexto. Hay como una perdida temporal al mostrar el detalle. El Plan Condor se acordó a mediados de los años 70, cuando en Bolivia el dictador de turno era Banzer, pero los acontecimientos relatados en la película ocurrieron en 1979, cuando Banzer se había ido ya hace un par de años y el gobierno transitaba hacia la democracia con Walter Guevara Arce a la cabeza. El único conato militar en La Paz que se revive en la película tiene que haber sido el 1º de noviembre de ese año cuando el intento fallido de golpe encabezado por Natush Bush, que abrió las puertas a la presidencia de Lidia Gueiler, la primera Presidente mujer en Bolivia. En Bolivia los militares estaban ya en los cuarteles.

Tan es así, que para mostrar el vejamen y la tortura, de escenas tan reiteradas en el film, tuvieron que trasladar a un militar boliviano hasta Chile y mostrarlo allí electrocutando la picana o sumergiendo submarinos, porque en Bolivia eso ya no sucedía en esos años: La película es una denuncia sobre los acontecimientos en el continente, en Chile y Argentina y sus cárceles, pero no en las bolivianas.

1 de mayo de 2011

ALEJANDRA

Puedo recordarla entre la bruma que van dejando los años; entre novela y novela. Fue Alejandra una de las primeras mujeres de las que me enamoré en mis años de adolescencia y de colegio secundario, donde sí o sí, tenía uno que leer “El Túnel”, (no existía entonces el “rincón del vago” u otros similares), del que salté sin pausa a “Sobre Héroes y Tumbas” y “Abadón, el Exterminador”. Ahí, en ese salto de muerte conocí a Alejandra.



Pocas experiencias tan fuertes en la vida han de haber como el “Informe sobre ciegos” a los 16 años, cuya lectura me llevó a cuidarme de algún ciego casual que vendiera ballenitas en las calles del centro de Buenos Aires, cada vez que he visitado esa ciudad. Ahora ya no; los cuellos de las camisas se formatean solos. ¿Qué harán los ciegos de Sábato sin ballenitas para vender? ¿Qué harán sin Sábato?

Y a los 16 años y a vuelta de página, es demasiado fuerte también el encontrarte con Alejandra Vidal, en su (?) vieja y centenaria casona en decadencia, como para poder olvidarla hasta el día mismo de la muerte de uno. Con Alejandra no me pasa lo mismo que con otras que se van perdiendo –como dije– en medio de la niebla de los recuerdos del todo tiempo pasado fue mejor, hasta que uno tiene que buscar una fotografía para recordar sus rostros verdaderos. La ventaja de Alejandra es que no tiene rostro verdadero y los rostros imaginados pueden recrearse siempre, sin importar el tiempo; hasta pueden envejecer con uno.

Que ese viejo amor sirva de homenaje a Ernesto Sábato.
Paz en su tumba.