Algo menos en broma, me puse a pensar en la suerte de nuestra descolonización y eso me lleva ahora a repetir una impronta que escuché esta mañana en un desayuno entre intelectuales colonizados, cuya definición puede extraerse por la maliciosa tendencia que tenemos de nombrar a pensadores occidentales entre nuestras citas, digamos que a Platón.
Dice mi profesor Salvador Romero que en cambio, son intelectuales descolonizadores aquellos que mentan a pensadores de los de acá, igualmente antiguos y prestigiosos. Pongamos Huyustus --dijo--, que tiene en La Paz su propia estatua, por sabio pensador tiahuanacota. "Para ser descolonizador hay que citar a Huyustos" --razoné yo, que he visto más bien mencionar a Bourdieu a los descolonizadores-- bajo el supuesto de que algo interesante y bueno debió haber propuesto el sabio aymara; pero nones. No encontramos (ni mi viejo profesor, ni yo) hasta ahora, qué pensó, dijo o propuso el tal Huyustus.
Traigo esto a colación, porque entre colonizados y descolonizadores, vamos repitiendo un propio cuento, cada cual a su manera, incorporando y repitiendo afirmaciones y creencias sin basamento ni fuente documental alguna que garantice como verdaderas las muchas afirmaciones que se reiteran de uno y otro lado. Y a veces agobia semejante cháchara mil veces repetida y, peor aún, a veces angustia ver como muchos se van creyendo los inventos, los cuentos y hasta las mentiras.
Algunos tendremos nomás que seguir refiriéndonos a las ideas de Aristóteles, Santo Tomás, Rousseau, Toqueville o Carlos Marx, sin dejar de lado nuestra tradición y costumbres andinas al bailar, comer, challar, al seducir dulcemente a una mujer como hacen los quechuas... pero al pensar y citar a quienes aportaron ideas, seguiremos siendo "los colonizados". Eso si, aunque también leyendo a Jacques Derrida o Michel Foucault como hacen los descolonizadores, aunque sin Micky Mouse ni H&M impresos en las bolsas de las compras en Bruselas.