ALTERNATIVAS

Mostrando entradas con la etiqueta intercultural. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta intercultural. Mostrar todas las entradas

29 de julio de 2017

ENTRADA UNIVERSITARIA

Hoy pasó por mi puerta la Entrada Folclórica Universitaria y me acordé de Fernando Cajías (lo he buscado en Feisbuc y en Tuiter, pero nada) con su Llamerada San Andrés, mucho antes que a su paso vibrara La Paz, como pasa ahora, para bien del colorido, la investigación y las danzas andinas y cholas redescubiertas desde las universidades; para el bien de las industrias de las cervezas también. Me dije, “que bien Fernando, tu sueño llegó lejos”.


Luego vi los repetidos bailes, ese machacar todos los días sobre “nuestra” identidad más que boliviana o paceña, andina y fundamentalmente aymara, en la cual nos obligamos a reconocernos diciendo que es la nuestra, cuando este pueblo, como todos los demás, comparte culturas venidas todas de lejanas tierras y mezcladas aquí para hacer sincréticas nuestras identidades. Y me dije, “esto ya no aporta, esto está hecho para mirarse el ombligo y poco más”.


Imaginé una universidad universal como es su nombre, abierta al mundo, cantando y bailando y enseñando el folclore de todos los pueblos del mundo; imaginé a nuestro universitarios y universitarias jóvenes bailando danzas africanas o australianas por las calles de La Paz, y pensé que en un futuro así será. Imaginé un boliviano universal, un ser humano sin tantas anclas ni atavismos, mirando el mundo, la ciencia, el desarrollo desde su propio imaginario y desde su propia identidad.



28 de junio de 2013

LAS TAZAS SUCIAS

Cuando el presidente Morales se queja porque una Jefa de Protocolo no obedeció su orden de recoger las tazas de café y envió a un auxiliar a que lo hiciera (lo comentó en su último discurso en Cancillería, en medio de la denuncia de los infiltrados), criticándola con un “quién se cree”; lo que demuestra es el irrespeto a la formación, el conocimiento, la profesionalidad, el rol de cada quien en las instituciones. Si el argumento para estos casos es que todos somos iguales y debemos cumplir los mismos roles, sin importar el lugar que ocupa cada cual en un determinado momento, uno podría preguntarse llevando el argumento a sus extremos, por qué el Presidente no recoge las tazas de café por sí  mismo.

Las cosas se han mezclado de tal manera que hoy por hoy es difícil entendernos porque nos hemos hecho un “chenko” en estos asuntos. En nombre de la descolonización no podemos, por ejemplo, despreciar un concierto para piano escrito hace unos siglos por Wolgang Amadeus Mozart y valorarlo igual que una saya popular, porque para escribir el viejo concierto se habrá necesitado algo que la copla popular no precisa, que es un piano. Detrás del piano hay siglos de conocimiento humano, de estudio y trabajo acumulados por generaciones, mientras en la copla no, aunque esta última sea tan representativa o hasta más gustosa y linda que la del complejo pentagrama. Ese cúmulo de conocimiento sintetizado en una partitura es el que le da ventaja y hace que la sinfonía se escuche hoy en los teatros del Japón, Sudáfrica, Australia o Bolivia, lo mismo que en la ciudad de sus orígenes. El  mismo concepto debe aplicarse a la Democracia, un sistema de libertad e igualdades nacido en otras latitudes, pero valedero para la humanidad entera.

Y no estoy otorgándole mayor valor musical a ninguna de las dos obras. Estoy reconociendo lo único que otorga valor a los objetos y hechos: el trabajo, que no es un desgaste de energías físicas solamente, sino la capacidad de poner uno sobre otro, como los ladrillos de una casa (isntitución tras institución), el conocimiento humano correspondiente a una cultura y poder conservarlo. No hay culturas mejores ni peores, todas son iguales, pero algunas han logrado construir los pianos, y las ruedas, y las catedrales o palacios (vale para el voto universal, los cangresos parlamentarios, la independencia judicial, etc.), mientras que las otras no, y saber aquilatar (no valorar) las diferencias para aprovecha lasmejores opciones, debiera ser una condición significativa de la grandeza del poder, para coadyuvar desde él, al desarrollo de los pueblos.

Evo Morales hace mal uso del poder, porque no entiende que la Jefa de Protocolo no está ahí para levantar la taza de café (seguramente en su casa ella levantará y lavará las tazas que sean necesarias) que ensuciaron Su Excelencia y sus invitados, y que es justo que se niegue y envíe a hacerlo a quien le corresponda, y no es porque se le “caigan los anillos”. El día en que los evos entiendan eso (que no los hace ni me hace a mí, ni más ni menos socialistas), podremos entendernos.

24 de enero de 2013

Sobre los USOS Y COSTUMBRES

Lo del asambleísta departamental, violador y masista, abre el debate sobre los usos y costumbres de cada quien. Más aún cuando en su defensa se ha argumentado que ese tipo de práctica sexual es parte de los usos y costumbres en las comunidades campesinas de la región.


En algunos pueblos del África la ablación es parte de sus usos y costumbres, y hay quienes han argumentado tal condición para defenderla frente a sus detractores, que en nombre de los derechos humanos, de las personas y sobre todo las mujeres, hemos condenado tal práctica, no solo como cruel, sino como un resabio de ignorancia y de barbarie.


De igual manera y siendo cuidadosos para no producir entre los afectados la falsa idea de que se discriminan sus costumbres al valorarlas, o de que quienes las juzgan den la sensación de ser superiores por no haber practicado en la vida semejantes hábitos (lo que rompería todo dialogo con un interlocutor extremadamente sensible y susceptible, por su condición de 'históricamente marginado'), tiene que llegar el momento de discutir lo que es permisible o no, sin complejos.


Así como los sectores más atrasados y menos educados de nuestra sociedad defienden su derecho a practicar usos 'ancestrales' y mantener costumbres, sean cuales fueren, quienes hemos gozado del privilegio de desarrollar nuestra personalidad en ambientes mejor cultivados, con información y formación más compleja, y habiendo conocido de antiguos y profundos pensadores universales, las condiciones éticas que permiten a una sociedad vivir y desarrollarse de otra manera (en el sentido de cultivar normas de respeto y valoración de los demás, como las que se exige para uno mismo), no podemos quedar callados e indiferentes. Tenemos que perder el complejo que nos ha impuesto la derrota político-ideológica infligida por el MAS a las clases medias, profesionales y más educadas para la vida, en nombre de culturas rurales y campesinas que no han alcanzado aún el nivel de complejidad necesaria para entender estos asuntos más allá de los limites culturales que impone el aislamiento de sus propias etnias.


Al pan, pan y al vino, vino. Si esas son las costumbres y los usos de algunos grupos minoritarios de nuestra población, son rasgos culturales denigrantes, indefendibles y que deben ser denunciados, como una forma incorrecta e inmoral de ser y de hacer las cosas.


¡Una violación es imperdonable, no hay argumento para defenderla!

21 de junio de 2012

El Censo 2012 o los Bolivianos en el Limbo

Esto del censo 2012 y la controvertida pregunta (existencial e identitaria) sobre lo que cada quien es, étnica y culturalmente, va a traer problemas, porque solo una parte de la población tendrá la oportunidad de señalar con qué grupo cultural se identifica; el resto seremos nadie. La boleta obliga a señalarse como solo "bolivianos", pero en esa estamos todos, incluidos aquellos que optan por una pertenencia según origen y quienes no; finalmente todos somos bolivianos.


En el mundo de hoy y en la Bolivia de hoy, uno puede ser hijo(a) de inmigrante japones mezclado con menonita de origen canadiense, tener novia(o) afroamericana(o), hablar castellano e inglés y sentirse vinculado a tradiciones cochabambinas (como comer con gusto un pique a lo macho) o participar plenamente de rituales andinos como una challa en Santa Cruz. Yo tengo ascendencia de al-andaluz desde España, algo inglesa, algo aimara y seguramente otras que desconozco; mis abuelos eran de Sorata, La Paz, Apolo y Vallegrande en Santa Cruz. Bailo con ganas un huayño, lo mismo que disfruto del rock anglosajón o de la trova cubana, y me identifico con el arte y la literatura universales, con el socialismo democrático que es de cuna occidental por excelencia, chapurreo inglés y alemán, mi cuna es cristina pero soy agnóstico convencido. Boliviano nomás soy, aunque no quepo aquí del todo.

Clasificar a la población de un país según sus orígenes étnicos o raciales es, o una practica medieval común en nuestras tierras durante la Colonia, o refleja resabios ideológicos fascistas, como cuando el origen y la raza se convirtieron en condición para el diseño y la aplicación de políticas desde el Estado nacional-socialista alemán hace 80 años. El actual Estado etno-nacionalista boliviano, mal llamado plurinacional, en algo se le parece.

Si se incluyera “mestizo” en la pregunta censal, una inobjetable mayoría de la población elegiría esa opción, mientras que al retirarla, un porcentaje de los censados optará por identificarse con alguna de las etnias que estén disponibles. No hay alternativa, que si no somos ni aimaras, tupiguaranís, quechuas u otra de las minorías indígenas, estaremos obligados a ningunearnos, a adscribirnos "voluntariamente" a los bolivianos que no son. Esto es no solo injusto, atentatorio contra los derechos ciudadanos, sino que falsea el resultado, permitiendo validar decisiones racistas y discriminatorias los próximos años.

Si se tuviera la posibilidad de señalar que uno es “mestizo”, la gran mayoría lo escogería en primera instancia, y en segunda opción, optaría por alguna etnia (la experiencia se ha validado); quiere decir que las personas se sienten primero mestizas, aunque también pueden identificarse como culturalmente afines a alguno de los grupos étnico-culturales alternativos señalados. Por ejemplo, cualquiera puede sentirse primero mestizo y luego mostrar su afinidad con los aimaras, o primero mestizo e inmediatamente después quechua, o primero mestizo y guaraní en segunda instancia, según viva o haya nacido en El Alto, Cochabamba o Santa Cruz, para utilizar un ejemplo clarificador. Esa lectura nos une, nos hace solidarios los unos con los otros, recalcando una raíz común, al mismo tiempo que respetando las diferencias.

Pero es eso justamente lo que el gobierno de Evo Morales no quiere que suceda, porque de darse, toda la tramoya “indigeno/originario/campesina” se vendría abajo, ya que se sostiene, en la visión etnonacionalista, en la preminencia de mayorías indígenas en conflicto y pugna con los rezabios coloniales internos, lo que tiene que reconfirmarse permanentemente, cueste lo que cueste, así haya que manipular el censo o buscar una forma fraudulenta para alcanzar ese resultado, es decir, hacernos trampa a nosotros mismo, para que el MAS se trague otra vez su propia quimera.



¿Dónde se ha visto que un gobierno construya desconfianza ante los resultados de un censo? ¿Cuándo se ha visto que una papeleta censal se convierta en centro de una polémica político-identitaria, en vez de al uso frío, imparcial y técnico de los datos, ahora en discordia? Es un resultado más del esfuerzo por distorsionar la realidad, porque parte de un supuesto, más que de una contrastación con la realidad, que obcecada como es, se niega a ceder posiciones: Bolivia no es un país indígena-originario-campesino, sino uno urbano, mestizo y multicultural por sobre las diversas identidades parciales, porque nuestro mestizaje ha construido durante siglos un sentido común de ciudadanos con semejanzas, de rasgos culturales compartidos: la bolivianidad.

Se van a alzar voces de protesta en todos sitios, y hay que darles resonancia, porque conciencia a la población sobre lo que está sucediendo con el censo, pero habrá que tener cuidado con las protestas radicales que promuevan un sabotaje colectivo y/o la no participación. La desobediencia civil estaría absolutamente justificada, porque ningúna actividad, por muy estatal que sea (como responder a una boleta censal), debiera obligar a nadie a negar o “ningunear” su identidad, que es un derecho fundamental de toda persona, como el tener un nombre. Pero no participar en el censo negándonos a responder tendría peores consecuencias, permitiría al MAS dar por válidos los resultados obtenidos, perjudicando a las personas y poblaciones que no estuvieran contenidas en la suma de los resultados.

Lo mejor (ya que el gobierno ha decidido irresponsablemente por ese camino) será iniciar una campaña ciudadana, sin límites de razas, edades, culturas u opciones sexuales, para responder “NO” a la pregunta 29, haciendo de este concepto no la expresión absurda de no ser nadie (que es lo que el censo quiere), sino un sitio para mostrar y demostrar la existencia mayoritaria del mestizaje boliviano, junto al dato georeferencial de que este estrato cultural está diseminado por todo el territorio nacional y que es el que nos une a todos. El mestizaje es la tenaza de nuestra abigarrada identidad, es el abrazo que ha forjado en siglos la razón de nuestra unidad y, por lo tanto, el único cimiento para ser un día fuertes y trascendentales en la historia.



El futuro ineludible de la integración sudamericana, en este mundo de países-continentes, no va a sustentarse entre brasileños y aimaras, entre peruanos y guaraníes, o entre argentinos y mosetenes; el futuro habla de un encuentro con los bolivianos, de raíces nacionales sobre mapas político/estatales y no étnico/culturales como pretenden los neofascistas y neopopulistas que dominan el actual gobierno y la coyuntura boliviana.

En ese sentido el censo requiere y reclama una respuesta ciudadana y democrática, a la altura del mundo que nos tocó vivir. Sin complejos, y conscientes de lo que estamos haciendo vamos a contestar "29-NO" en el censo y vamos a proclamar y promocionar esta idea, para que todo boliviano sepa que en ello se juega nuestra identidad nacional.

 

 

 

19 de octubre de 2011

EL PODER DE LA UNIDAD


Esta marcha es de todos
comprometidos, consecuentes, oportunistas, recién llegados
lindos y feos, gordos y flacos
de las ciudades, también del campo
los collas, cambas y los chapacos
mestizos, indios, negros y blancos
todos mezclados


Los bolivianos
todos mezclados


El TIPNIS une lo que Evo dividió

1 de octubre de 2011

EN LOS LÍMITES DEL ENFRENTAMIENTO CIVIL

coyuntura para principiantes


Seis años de etnonacionalismo en el gobierno de Bolivia han bastado para convertir nuestro país en un lugar para violencia intercultural. Bolivia es un país productivamente atrasado, dependiente de la extracción de minerales y gas, pero nunca como hasta ahora, con tal alta corrupción gubernamental y un centro productor y exportador de cocaína. Lo más grave, una sociedad donde se han reavivado las diferencias y los odios étnicos.


El partido de gobierno (MAS) es una agrupación política campesina sin estructura orgánica, que funciona como una federación de sindicatos, que encuentran así una forma de acceder a las ventajas del poder estatal y a la distribución de dinero gubernamental, que se utilizan para la captación de adhesiones y el mantenimiento de lealtades, a cambio de un apoyo obsecuente con todo lo que determine el régimen. Evo Morales es el caudillo, autoproclamado lider espiritual aimara, promete a los suyos la victoria sobre siglos de colonialismo de cultura occidental.

Los primeros años de gobierno le sirvieron para concentrar todo el poder posible, borrando la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y centralizando las decisiones en sus manos como cabeza del gobierno, líder del partido gobernante y jefe de las federaciones agrarias de campesinos que cultivan coca. Logrado este primer objetivo, le corresponde ahora la construcción de la hegemonía, o el "poder total", como dice Alvaro García Linera, Vicepresidente.

La coca es un elemento central para entender lo que está pasando en Bolivia. Los cocaleros del Chapare, cuya producción se destina a la elaboración de cocaína, han apoyado y financiado gran parte de las campañas del actual Presidente. Desde el Palacio de Gobierno en La Paz, son los cocaleros,  sus asociaciones gremiales y otros aliados, quienes determinan (en última instancia) el destino de la nación, apoyados por los servicios de seguridad de los gobiernos de Cuba y Venezuela. La idelogía del grupo gobernante ha decantado, como antaño, en un desarrollismo dependiente y depredador, y su conducta, como antaño, en prácticas populistas de lo nacional-popular boliviano, como el viejo MNR.

Los campesinos cocaleros están ahora decididos a ampliar su frontera agrícola y han penetrado en el “Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure” (TIPNIS), tierra protegida desde décadas y uno de los lugares de mayor biodiversidad en el planeta Tierra. Allí viven otras comunidades aborígenes que están siendo avasalladas y que protestan por ello, habiendo iniciado una larga caminata, hasta la sede de gobierno en La Paz, para reclamar el respeto a sus territorios ancestrales. Evo Morales ha desatado sobre ellos una represión violenta, pero la solidaridad y el apoyo de las ciudades han obligado al gobierno a retroceder en sus pretenciones.

Ante la imposibilidad de detener y dispersar la protesta que se acerca a la capital del país, el gobierno está organizando (la fecha es el próximo 12 de octubre, con el simbolismo que implica) a los campesinos aimaras en una contramarcha sobre la ciudad capital, que podría derivar, como nunca en la historia de Bolivia, en un enfrentamiento étnico de proporciones. Aimaras contra yuracarés, chimanes y trinitarios, acompañados por cientos de ciudadanos de todas las clases, razas y culturas, asemejan en algo esta historia al inicio de las masacres étnicas en Ruanda. Así de grave aparece el problema, si no detenemos esto a tiempo.

Hay altos dirigentes en el gobierno boliviano del MAS que sueñan con una victoria para que el colonialismo interno pueda imponer a los aimaras sobre toda otra cultura, como en las peores épocas de fascistas y nazis en otras partes del mundo.

La mayoría de mestizos que conforman las clases medias urbanas, observan casi impotentes el avance de los acontecimientos, mostrando su clara solidaridad con las etnias indígenas minoritarias de los marchistas del TIPNIS, pero poco pueden hacer en su defensa, desorganizados como están y sin representación política, dadas las asimetrías impuestas desde una Constitución Política etnoracial recientemente aprobada.

La pregunta obligatoria es: ¿Quién o quienes se benefician con un enfrentamiento civil de estas características? Tengo tres hipótesis, que pueden correr paralelas. Los sectores no democráticos de la oposición residual, que desean que Evo Morales terminé ya, sin entender que el final debe ser democrático y por las urnas, o no habrá final; unidos a ellos pueden concurrir intereses de otros gobiernos que sienten que el MAS es una verdadera molestia en el continente. Otros grupos informales que tienen rencores profundos, porque han sido (o se sienten) lastimados, humillados, vejados, entre los que destacan los aparatos represivos del propio Estado. Finalmente está una caterva de psicópatas que creen que están haciendo la revolución (para ellos con mayúscula) y que caminan desde el gobierno hacia el enfrentamiento final, y de ellos se conocen varios con mucho poder de decisión e influencia sobre los actores de este encontrón. Entre todos pueden estar azuzando el conflicto, minuto a minuto.


No permitamos que esto suceda.


Protejamos a los marchitas del TIPNIS que caminan hacia La Paz.


Denunciemos las intenciones fratricidas del etnonacionalismo autoritario que gobierna Bolivia.

15 de septiembre de 2011

y la desigualdad entre los iguales

La colonización aimara de las tierras bajas de la Amazonía boliviana ha mostrado sus garras con el TIPNIS. Junto a los intereses particulares de los grupos de colonizadores y cocaleros por la conquista y depredación de nuevas tierras fértiles, está el espíritu colonialista de una etnia, que quiere imponer a Bolivia una forma de vivir y de ser, etnocéntrica y racista en sus principios.

La expresión más clara la ha manifestado el Secretario Ejecutivo de la Confederación Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, Roberto Coraite, quien en un lapsus de sinceridad les ha llamado “salvajes” a los indígenas habitantes del Parque Nacional Isiboro Sécure, por el empeño demostrado por evitar la construcción de una carretera que atraviese sus territorios. Ha dicho “salvajes” con la misma intención que tuvieron las potencias colonizadoras hace siglos, cuando viendo otras formas de vida, se negaron a otorgarles el status de culturas, achacándoles la condición de “atrasados” y abriendo la posibilidad de "ayudarlos" en su desarrollo, concebido como unilineal, hasta que alcanzaran la cualidad de “civilizados”, que era una cualidad auto-otorgada por ellos mismo, los colonizadores.

Las reacciones no se han hecho esperar, permitiendo que otros bolivianos, de diferente acervo cultural, permeables a otras formas de pensar y concebir el mundo, más bien modernizantes que autóctonas, acusen también de “salvajes” a los campesinos organizados en el MAS y las agrupaciones sindicales agrarias, quienes, desde una  concepción paralela, también unilineal del desarrollo cultural de los pueblos, han de aparecer igualmente “retrasados” y necesitados de un “empujoncito” civilizatorio que los atraiga a la actualidad.

Con ello (lo de "salvajes" para los indios del TIPNIS) se ha muerto el Estado Intercultural, tan pregonado y valorado por las élites masistas que pretenden vanguardizar el “proceso de cambio” que preside Evo Morales Ayma. Ha caído la máscara, mostrando que en Bolivia no hay una corriente sinceramente comprometida con el mentado cambio, sino MAS de lo mismo: un deseo ilimitado de mantener el poder, no solo para disfrutar de los privilegios naturales que conlleva, sino como instrumento para el ascenso social, para ser parecidos o iguales a los que están más arriba y que son menos salvajes y más civilizados, en el sentido etnocéntrico contra el que dicen estar. En realidad lo que desean es vivir como ellos, pensar como ellos, consumir como ellos. El desarrollismo depredador se ha impuesto una vez más, corrompiendo a la “vanguardia revolucionaria” de los nuevos poderosos.

Somos víctimas del péndulo catastrófico que separa a desarrollistas modernizantes (neoliberales en el sentido que se ha dado a ese concepto en la política nacional) frente a los conservaduristas de lo nacional-popular de viejo cuño, hoy etnonacionalistas y seudosocialistas del siglo XXI, a lo Chávez, el de Venezuela. Como dice Fernando Molina desde la palestra liberal, algo hay en el poder que cuando se lo conquista, se hace inevitable mutar a ser lo mismo que se rechaza. Perdidas las banderas del pachamamismo ecológico y de la igualdad entre los indígenas, al MAS no le queda nada más, sino repetir la senda del fracaso y hundir a la sociedad boliviana en la perenne cultura del clientelismo, el patrimonialismo, el rentismo y el extractivismo depredador de los recursos naturales; en pocas palabras, el retornar al círculo del subdesarrollo y la pobreza.

Es así que somos un país de salvajes, a decir de la desbocada dirigencia masista-campesina, y ellos son la vanguardia cultural que ha de civilizarnos. Más grave aún, (como dice Puka Reyesvilla) la nueva consigna del régimen parece ser: "Hay salvajes de primera y salvajes de segunda". Frente a ello y en nombre de los principios de siempre (desde Pericles hasta nuestros días), sostengo un claro NO a la discriminación; ¡TODOS LOS SALVAJES SOMOS IGUALES!

13 de julio de 2011

Descolonización I

Mi buen amigo Puka Reyesvilla tuvo a bien publicar ayer un par de fotografías sobre "descolonizados" y "descolonizadores", donde muestra entre los primeros, a una pareja de indígenas recien casados en la ciudad de La Paz y bajo los ritos reiventados de un matrimonio aimara, llevando los regalos nupciales del gobierno plurinacional en una bolsa con la imagen del ratón Mickey (!). A su lado, en Bruselas, una fotografía de otro caro amigo de la juventud, Raul Prada Alcoreza (acompañado por Oscar Vega), del grupo Comuna al que pertenecía Alvaro García Linera antes del poder casi total, con las compras en bolsas de H&M, una transnacional de las que están acusadas por producir barato en el tercer mundo y vender caro en el primero, a costa de una superexplotación de la mano de obra barata de mujeres, niños y niñas de la periferie del capitalismno mundial.

En el mismo tono socarrón yo terminé emulando un trabalenguas: Un descolonizador descolonizante quería descolonizarte para el cambio y la descolonización... el que descolonizara a un descolonizador descolonizante, buen descolonizador será.

Algo menos en broma, me puse a pensar en la suerte de nuestra descolonización y eso me lleva ahora a repetir una impronta que escuché esta mañana en un desayuno entre intelectuales colonizados, cuya definición puede extraerse por la maliciosa tendencia que tenemos de nombrar a pensadores occidentales entre nuestras citas, digamos que a Platón.



Dice mi profesor Salvador Romero que en cambio, son intelectuales descolonizadores aquellos que mentan a pensadores de los de acá, igualmente antiguos y prestigiosos. Pongamos Huyustus --dijo--, que tiene en La Paz su propia estatua, por sabio pensador tiahuanacota. "Para ser descolonizador hay que citar a Huyustos" --razoné yo, que he visto más bien mencionar a Bourdieu a los descolonizadores-- bajo el supuesto de que algo interesante y bueno debió haber propuesto el sabio aymara; pero nones. No encontramos (ni mi viejo profesor, ni yo) hasta ahora, qué pensó, dijo o propuso el tal Huyustus.



Traigo esto a colación, porque entre colonizados y descolonizadores, vamos repitiendo un propio cuento, cada cual a su manera, incorporando y repitiendo afirmaciones y creencias sin basamento ni fuente documental alguna que garantice como verdaderas las muchas afirmaciones que se reiteran de uno y otro lado. Y a veces agobia semejante cháchara mil veces repetida y, peor aún, a veces angustia ver como muchos se van creyendo los inventos, los cuentos y hasta las mentiras.

Algunos tendremos nomás que seguir refiriéndonos a las ideas de Aristóteles, Santo Tomás, Rousseau, Toqueville o Carlos Marx, sin dejar de lado nuestra tradición y costumbres andinas al bailar, comer, challar, al seducir dulcemente a una mujer como hacen los quechuas... pero al pensar y citar a quienes aportaron ideas, seguiremos siendo "los colonizados". Eso si, aunque también leyendo a Jacques Derrida o Michel Foucault como hacen los descolonizadores, aunque sin Micky Mouse ni H&M impresos en las bolsas de las compras en Bruselas.

22 de julio de 2010

la educación intercultural avanza y se empodera

Como todos los movimientos y las fuerzas sociopolíticas en Sudamérica, su expansión, éxito y empoderamiento depende de muchos factores concurrentes; así fue con las fuerzas democráticas, los grupos por la igualdad de las mujres, los movimientos ecológicos y ahora las minorías indígenas.

Hay dos lecturas posibles para medir el avance la interculturalidad en la educación; la primera cuantitativa, que mide la cantidad de participantes de una u otras culturas en una determinada institución de educación superior, y la otra, más bien cualitativa, que mide la apertura de los sistemas y métodos de apropiación del conocimiento que se imparte, a las diferentes formas de aprendizaje que cada cultura puede tener. Ambas están ligadas a un principio de respeto a las identidades culturales de una comunidad: aprender de otros, sin dejar de ser uno mismo.

En el primer caso, la apertura de las universidades y centros de educación superior en Bolivia a la participación de las diferentes etnias y culturas, es una línea continua que viene y se desarrolla desde la Revolución Nacional en 1952, que abrió las puertas de las universidades públicas y los institutos técnicos, a la población excluida hasta entonces, provocando así la base de una transformación sustentable en cuanto a la participación de la población y de los grandes grupos de mestizos e indígenas migrantes del campo a las ciudades, en los centros de formación técnica y superiores. Las universidades estatales son un buen ejemplo, que cuentan con centros estudiantiles indígenas organizados y reconocidos desde hace dos o tres décadas atrás.

La otra vía de medición, la cualitativa, que hace además a la democratización de los métodos de aprendizaje, se mantuvo vinculada a la corriente hegemónica en el mundo hasta ese entonces: el racionalismo cientificista, centralizado alrededor de las grandes corporaciones académicas de producción de conocimiento, primero europeas y luego norteamericanas. Para aprender lo de ellos, había que pensar como ellos. Sin embargo se produjeron inevitables avances en otra dirección.

El primer paso, en el mundo global, fue la construcción de un espacio para el conocimiento fuera de las universidades, que se consolidó con la aparición de la Red global en Internet, que abrió la posibilidad de acceso a una realidad donde lo imperante era la abundancia del conocimiento, antes que la escasez a la que la humanidad estaba acostumbrada. De pronto toda institución o persona podía no solo disponer de un acceso personal y directo a la Red, sino publicar en ella lo que se le antojara (en igualdad de condiciones con las otro hora sacrosantas instituciones del saber), incluida su propia experiencia y los logros en ella alcanzados.

De esa manera surgieron en el mundo movimientos culturales que no tenían canales de expresión y, que de no ser por estos en la Red, no hubieran alcanzado un sitial de reconocimiento y popularidad como los que hoy tienen, por ejemplo, los métodos de autoayuda y toda la parafernalia que se consume a su alrededor, otorgándole un status de explicación válida de la realidad, aunque no podrían superar un cuestionamiento desde la lógica académico-universitaria. A parte de ello, en el mercado mundial resultaron un éxito comercial, y por tanto, un buen negocio.

Otro paso importante para desarrollar una propuesta, fue la enorme ola migratoria de la periferia al centro del mudo capitalista desarrollado, que llevó todo tipo de expresiones culturales, a los países europeos y a Estados Unidos de Norteamérica, obligando a esas sociedades no solo a desarrollar condiciones de tolerancia y convivencia, sino a impulsar instituciones dedicadas a fortalecer estos rasgos. Nacieron y crecieron los fondos estatales y privados, las ayudas financieras, las instituciones especializadas, que no solo habrían de quedarse dentro de las fronteras del desarrollo, sino exportarse como panacea por el mundo entero.

En América hispana (de la misma manera en que empezaba a visibilizarse en otras latitudes una comunidad vegetariana, otra ecologista, o el mundo hacker, tan importante ahora como cultura que lucha por la igualdad y libertad en los procesos de apropiación pública del conocimiento), el interlocutor natural a esta posibilidad institucional y financiera, resultaron ser los movimientos indigenistas e indianistas, que empezaban a fortalecerse internamente, gracias a la ola democrática que se consolidó el último cuarto del siglo XX en países como Bolivia, Perú, Ecuador, o, en otras condiciones en Chiapas o Guatemala en Centroamérica.

Desde ese feliz matrimonio se inició el empoderamiento, primero financiero, luego del conocimiento y político, finalmente, de esos grupos culturales en el continente, que lograron avances sustanciales, de los que el más importante es la victoria democrática de Evo Morales Ayma en el centro del subcontinente sudamericano. Esta realidad ha producido un proceso de rápido “contagio viral” hacia otras comunidades indígenas en otros países, y puesto en evidencia la necesidad de avanzar en la construcción de instituciones interculturales, que reconozcan las costumbres, tradiciones, cosmovisiones y lenguajes de estos importantes grupos emergentes.

Esto indica que existen bases ideológicas, políticas, sociales y financieras suficientes, como para extender el proceso  y la extensión de su influencia a las universidades e institutos de educación, valorizando así la incorporación de métodos de trasmisión y apropiación del conocimiento desde distintos sistemas culturales, primero los indígenas, luego las comunidades afrodescendientes, las comunidades de inmigrantes asiáticos de segunda generación, asentados desde hace un siglo en países como Panamá, y así sucesivamente, el movimiento gay y otras minorías importantes.

El avance sustancial, el salto cualitativo, será la transformación de la cultura dominante en algo más abierto y tolerante, que otorgue a los ciudadanos la capacidad de “ponerse en lugar del otro” y comprenderlo, bajo la condición de mantener reglas políticas e institucionales democráticas, sin las cuales esto no será posible.

2 de noviembre de 2007

CULTURAS

El 2 de noviembre es el día de Los Difuntos, no hay que confundirlo con el 1º, que es el día de Todos los Santos. Diferenciarlos es difícil porque ya no existe una sociedad militante de los rituales traídos por nuestros abuelos españoles, quienes instalaron estas festividades hace chiquicientos años en el continente americano. Peor aún, antecediendo que entre ambos días está la noche de Halloween, la milenaria fiesta de los druidas celtas, que nos llegó desde Estados Unidos de Norteamérica, ataviada a la boliviana con disfraces de esqueletos mexicanos, de manos de la denostada globalización. Otras variantes: la pervivencia de perdidos rasgos de tradiciones andinas o amazónicas a un lado y otro del país, que han de tener (si de buscar se trata) elementos que nos remitan a sus antiquísimos orígenes asiáticos, traídos por los primeros habitantes de nuestras Américas, que en Bolivia gustan llamarse originarios. Otras variantes más: ritos y festejos de otras culturas asentadas en estos territorios, léase descendientes japoneses, menonitas, árabes y más.



En estos fines de semana largos es costumbre instalar la reiterada discusión sobre lo que es nuestro y lo que es importado, poniendo a pelear las tantahuahuas contra las calabazas, los disfraces de diabólicas brujas y la visita tradicional a los cementerios. Por ejemplo, algunos cultos cristianos, critican las tradiciones católicas (que ahora resultan ser "las nuestras") porque hacen culto de la muerte. Tenemos un cacao mental al respecto; nadie sabe bien lo que practica ni por qué, lo que dice, lo que defiende y menos aún lo que disfruta con convencimiento de que es parte de su tradición.


Lo que a mí me queda claro es que en este lío no hay nada de primigenio puro u originario; como dicen bien "Mujeres Creando": “aquí lo único originario son las papas”.


Una periodista en la Tv observaba enfática y fanáticamente, que los paceños de El Alto practican las tradiciones indoamericanas, mientras que los de Calacoto las anglosajonas, lo que les otorgaba cualidades de verdadero o alienante según su hábitat geográfico. Eso es falso, para empezar, en El Alto y las villas populares en La Paz, las y los jóvenes salen disfrazados a intercambiar dulces y consejos, lo mismo que en el sur de la ciudad, se instalan las mesas y se visita tradicionalmente nuestros cementerios, además de que estas prácticas no son ninguna razón para validar o no un rasgo cultural; ya se sabe, las y los chicos del El Alto bailan rap y hip-hop que viene de lejos, mientras que los de Calacoto se dedican a las morenadas y los caporales que son sincréticos y nuestros, como lo son el Strongest, Blooming o Wilsterman, a pesar de sus nombres tan aimaras, quechuas o castellanos.

Parte de esta descripción es derrotar a los que creen que solo lo suyo tiene validez, mientras que lo de los demás no merece respeto. Somos tan variados y nos hemos mezclado tanto, que parecemos una sociedad del actual siglo XXI en la que no terminamos de reconocernos; hay distancia cultural de una esquina a la otra, entre barrios, entre ciudades. En eso consiste la riqueza del mundo global, en que te toca un chino de vecino, que te hace una fiesta asiática disfrazado de dragón, y al mes siguiente los ves saltando junto a su comparsa en el carnaval cruceño.

Bon Odori, la fiesta japonesa de los muertos que se celebra en Santa Cruz de la Sierra

La riqueza de las culturas está en su capacidad de recepción, de intercambio, de conexión con los otros; si no miremos Nueva York, Madrid, Buenos Aires o el Cuzco. La defensa de la cultura de cada quien no pasa por pelear en la UNESCO una declaratoria de patrimonio intangible, o la declaración de uno o varios parlamentos sobre si el charango o la quinua nacieron en las alturas y son definitivamente nuestros; la defensa de la cultura pasa por producir cultura, por innovar, por expandir lo que nos es propio y llevarlo lejos y saber apropiarse de lo que viene desde ese lejos, en beneficio propio.

Podemos ser nosotros mismos, haciendo rezar la mesa en el Cementerio Central, o disfrazados de calavera en la Casa del Terror que promocionan los supermercados para vender sus calabazas. ¡Sin complejos! ¿Cual es el problema?