Hasta en el país más inculto y atrasado de la tierra, un Presidente que ha sido pillado con las manos en la masa y al que se le han descubierto antecedentes como en Bolivia a Evo Morales, no puede permanecer como el mandamás por mucho tiempo. Solo una dictadura absoluta, que controle y reprima toda expresión de crítica y descontento, e impida absolutamente la circulación de información desde fuentes emisoras independientes y libres, puede retrasar un estrepitoso final. Es cuestión de tiempo.
En el caso boliviano, el fenómeno Zapata (el zapatazo) ha producido un “swaming” en la Red (no me refiero a las redes sociales, sino a la Red Distribuida del Internet y su correspondiente cultura digital de la abundancia) que es “masa crítica” y funciona por si solo. No es necesario el impulso de personas o grupos que impulsen intencionadamente esta actividad para que funcione. La comunicación ciudadana desde la Red ha dado el salto y ha llegado para quedarse. No se trata de un post más o menos en Facebook, se trata de una cultura que emerge e influye en la acción política, que como en cualquier parte del mundo, si funciona, termina expresándose en las calles.
La preocupación de la política sobre esta actividad es organizar el siguiente salto cualitativo, pasar de la participación ciudadana a la deliberación. Así como no hay resistencia democrática al autoritarismo sin participación directa, tampoco hay propuesta política o alternativa sin deliberación social. Con lo que tenemos nos podemos defender, o como reconocen los regímenes autoritarios, se pueden “tumbar” dictaduras, pero no podemos consolidar propuestas de futuro, para eso hay que pasar de la participación al compromiso, del puro enjambramiento (swarming) a la deliberación.
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