La diferencia entre derecha e izquierda está en la concepción de lo que somos y hacemos los seres humanos. Eso de que en el Parlamento francés unos se sentaron a un lado y los otros al otro, lo que originó ambos términos, debe ser verdad, pero es solo una anécdota que en realidad no explica nada.
Quienes quieren detener el desarrollo de las ideologías, pensando en eso de que ya no importan la derecha ni la izquierda, que son términos obsoletos, están haciendo ideología pura y dura. Mientras existan ricos muy ricos y pobres muy pobres seguirá esto de la izquierda y la derecha.
Quienes quieren detener el desarrollo de las ideologías, pensando en eso de que ya no importan la derecha ni la izquierda, que son términos obsoletos, están haciendo ideología pura y dura. Mientras existan ricos muy ricos y pobres muy pobres seguirá esto de la izquierda y la derecha.
Las derechas consideran que los seres humanos somos portadores de cualidades naturales que no se pueden alterar, así como unos son más trabajadores que otros, o más inteligentes, o creativos, el ser ricos o pobres es también parte y fruto de esa condición natural y no se puede cambiar. Así como existen gordos y flacos, hay también pobres y ricos. Es más, afirman que es positivo que sea así, porque el esfuerzo "natural" por crecer individualmente es el motor del desarrollo, la innovación y el cambio social. Los más aptos arrastran el tren de la historia, como una locomotora a los vagones de un tren.
Las izquierdas, en cambio, consideran que los seres humanos no son seres que responden a leyes naturales como las arañas, los canguros o los ornitorrincos, sino que son algo distinto, que han construido sus propias "leyes" de desarrollo.
Las abejas, por ejemplo, no requieren constituciones políticas o ponerse de acuerdo en cómo convivir con sus diferencias, es más, las que nacen obreras serán obreras por los siglos de los siglos, igual que los zánganos; las abejas no conocen el mundo de la libertad. La libertad es un hecho cultural, no natural, solo los seres humanos podemos decidir cada minuto sobre cual será nuestro futuro, individual y social. Por eso somos responsables de lo que somos y de lo que vaya a pasar (y esto sirve para juzgar a derechas e izquierdas por igual).
Las izquierdas, en cambio, consideran que los seres humanos no son seres que responden a leyes naturales como las arañas, los canguros o los ornitorrincos, sino que son algo distinto, que han construido sus propias "leyes" de desarrollo.
Las abejas, por ejemplo, no requieren constituciones políticas o ponerse de acuerdo en cómo convivir con sus diferencias, es más, las que nacen obreras serán obreras por los siglos de los siglos, igual que los zánganos; las abejas no conocen el mundo de la libertad. La libertad es un hecho cultural, no natural, solo los seres humanos podemos decidir cada minuto sobre cual será nuestro futuro, individual y social. Por eso somos responsables de lo que somos y de lo que vaya a pasar (y esto sirve para juzgar a derechas e izquierdas por igual).
Desde ese punto de vista el mundo humano es pura construcción social, desde lo básico como la alimentación y la sexualidad, hasta lo más complejo, como el enmarañado enjambre de relaciones destinadas a la producción de los bienes socialmente necesarios para la reproducción de la especie; y eso implica la distribución del excedente y la riqueza.
Un ejemplo actual es el trabajo femenino que a lo largo de siglos no solamente fue poco valorado sino invisibilizado; limpiar la casa o cambiarle los pañales al niño, o cuidar a los abuelos, no era considerado un trabajo, no tenía ningún valor intercambiable en el mercado, por lo tanto y por mucho que trabajaran las mujeres, estas dependían de los hombres que accedían a trabajos reconocidos y valorados, y podían por ello traer el dinero y mantener la casa.
Ser de izquierda significa entender que la distribución de la riqueza es un hecho social, creado por los seres humanos a lo largo de la historia, y que por lo tanto es susceptible de ser cambiado: así como se hizo se deshace y se vuelve a construir, esta vez mejor, más equitativo y más igualitario. Claro que se dice fácil, pero es una ambición tan difícil que se asemeja a una utopía. Pero detrás de las utopías hemos construido y mejorado el mundo.
Y allí entra la responsabilidad ética desde la izquierda. Si se es consciente de que la desigualdad económica es un hecho histórico/cultural y que por ello se puede cambiar, al valorar la actual situación donde los ricos son cada vez menos y cada vez más ricos, y los pobres son cada vez más numerosos pero siguen igual o peor de pobres, no se puede sino asumir el compromiso de hacer algo para cambiar semejante realidad. No hay otra manera, es un asunto de vida, de valores, de integridad, de compromiso...
Un ejemplo actual es el trabajo femenino que a lo largo de siglos no solamente fue poco valorado sino invisibilizado; limpiar la casa o cambiarle los pañales al niño, o cuidar a los abuelos, no era considerado un trabajo, no tenía ningún valor intercambiable en el mercado, por lo tanto y por mucho que trabajaran las mujeres, estas dependían de los hombres que accedían a trabajos reconocidos y valorados, y podían por ello traer el dinero y mantener la casa.
Ser de izquierda significa entender que la distribución de la riqueza es un hecho social, creado por los seres humanos a lo largo de la historia, y que por lo tanto es susceptible de ser cambiado: así como se hizo se deshace y se vuelve a construir, esta vez mejor, más equitativo y más igualitario. Claro que se dice fácil, pero es una ambición tan difícil que se asemeja a una utopía. Pero detrás de las utopías hemos construido y mejorado el mundo.
Y allí entra la responsabilidad ética desde la izquierda. Si se es consciente de que la desigualdad económica es un hecho histórico/cultural y que por ello se puede cambiar, al valorar la actual situación donde los ricos son cada vez menos y cada vez más ricos, y los pobres son cada vez más numerosos pero siguen igual o peor de pobres, no se puede sino asumir el compromiso de hacer algo para cambiar semejante realidad. No hay otra manera, es un asunto de vida, de valores, de integridad, de compromiso...
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