Los últimos días he recibido preguntas y reclamos sobre la posición que he asumido frente a las elecciones generales del 20 de octubre. Amigos y hasta desconocidos han apelado a mis resentimientos, frustraciones y hasta odios, lo que tenía previsto de antemano, porque así sucede en medio de las campañas cuajadas de pasiones.
Prometo solucionar el tema con un o una psicoanalista una vez terminada la campaña. Mientras tanto me contentaré con explicar las razones que me han llevado a concluir que no vale la pena concentrar el voto en ninguna candidatura y esgrimir la consigna de que cada quien vote como bien quiera.
A finales de octubre del año 2018 sostuve una reunión con el líder de Comunidad Ciudadana y un par de altos dirigentes, en la que acordamos tres cosas, sin pedir yo nada a cambio:
1. Construir un relato desde la oposición democrática, como horizonte político alentador con capacidad de enamorar a la ciudadanía, para enfrentar la repostulación trucha e ilegal de Morales Ayma y García Linera, que cuenta con un relato propio que no ha sido respondido aún, a pesar de sus serias limitaciones.
2. Organizar un sistema que permitiera que a todo militante, simpatizante o adherente se le otorgara un lugar y una tarea, para no dejar descolgados y sin rumbo a miles de personas interesadas en participar, cosa que hoy sucede.
3. Preparar una base de datos para organizar desde un inicio el Control Electoral como una forma de reclutar voluntarios, activándolos y capacitándolos desde un inicio.
4. También hablé de la necesidad de acopiar insumos. Cien mil banderas –dije en ese momento–, porque había que llegar hasta el último rincón de la patria, portando narrativa, organización, candidatura y material de campaña. “Somos diferentes –me aclaró José Antonio Quiroga– aquí cada quien va a cocer su propia bandera”. Quedé patidifuso y ni se me ocurrió seguir con la lista de gorritas, chalecos, pelotas, credenciales, cintillos, etc.
Estoy seguro que, de haberse cumplido esas tareas, la realidad sería distinta hoy, y que estaríamos en condiciones no solo de disputar una segunda vuelta electoral, sino de ganar en la primera. Yo hice mi trabajo y todas esas herramientas fueron puestas a disposición pública, con el apoyo de personas amigas que creyeron en un proyecto de tal envergadura.
Y ahí están los resultados. No hay narrativa esperanzadora, todo se reduce a un programa que nadie va a leer. Tampoco hay organización partidaria, ni para acompañar las candidaturas senatoriales o uninominales, que ahora se promuevan por cuenta y riesgo de respetables candidatos y candidatas que no tienen ninguna experiencia. No hay material y es una pena ver a quienes apoyan este descomunal esfuerzo, caminando sin distintivos, sin colores, sin afiches, sin nada de nada. Mucho me temo que no hay capacidad siquiera de organizar un acto de masas para abrir o cerrar esta campaña.
Y para qué mencionar el Control Electoral. Más de treinta y un mil mesas con un promedio de 280 electores cada una, que hay que vigilar y de las que hay que conseguir un acta y llevarla a un centro de cómputos para defender el voto, frente a la manipulación que la ciudadanía teme que podría convertirse en un bochornoso fraude. Espero que sea cierto que Oscar Ortiz viene preparando su Control Electoral responsablemente desde hace un año.
¿Así piensan enfrentar a Evo Morales Ayma? Les pregunté a los de Comunidad Ciudadana, uno a uno y varias veces, ante el augurio de un estruendoso fracaso.
El 29 de marzo de 2019 escribí: LA ESTÁN CAGANDO MUCHACHOS
El 19 de mayo volví a insistir: UNIDAD UNIDAD UNIDAD
El 29 de mayo los mandé a rodar, tirando las puertas para no volver jamás.
De octubre de 2018 a esta fecha, la candidatura de Carlos Mesa se ha desplomado de una intención de voto de 39% a un 25%. Las fallas estructurales que sufre esta campaña no tienen remedio, porque ya no pueden realizarse los ajustes necesarios, o porque es demasiado tarde para hacerlos.
Carlos Mesa va a perder las elecciones y Morales Ayma va a ganar seguramente en la primera vuelta. Y no es por culpa de Oscar Ortiz, ni porque yo u otros atrevidos critiquemos tantos errores.
La encuesta inicial levantada por Ilia Fortún hace un año fue útil para iniciar y negociar la candidatura en solitario (por eso le acusan de ser el responsable de la falta de unidad). Decía que a Mesa lo apoyaría una mayoría electoral si se presentaba solo, lo que le permitió expulsar de su lado a todos los que querían acompañarlo, esgrimiendo la idea de la #UnidadPosible. Pero una vez encaminada, era menester sumar a todos y todas las y los bolivianos que le habíamos dicho NO a la repostulación indefinida de Morales Ayma, para lo que era imprescindible abrir las compuertas y otorgarles un merecido lugar a quien viniese a ofrecer apoyo y trabajo; al no hacerse así se permitió la pérdida del impulso inicial y la Candidatura, cada vez más solitaria terminó por desbarrancarse.
La consigna que les queda, ya que o no tienen o lo han perdido todo, es el “O votan por mí, o están brindando su apoyo al candidato ilegal que quiere eternizarse”. Y esa consigna, bajo la óptica que he resumido suena a un chantaje, porque ellos, yo y todos ustedes (que leen estas lineas) saben que la opción de ganar se ha esfumado, consolidando las terribles consecuencias futuras por semejante absurdo. Y se ha perdido porque hay quienes no han hecho las tareas correspondientes; no por otra cosa.
He decidido hacer una campaña solitaria, invitando a la ciudadanía a no dejarse engatusar, a no esperanzarse por imposibles, y concentrarnos en construir una o varias trincheras democráticas y verdaderas, para resistir lo que viene a continuación. Pero esa es otra historia y tendrá que explicarse en otra ocasión.