Cuba vive desde hace años un proceso lento y difícil de transición. Ha ido aflojando de a poco las libertades individuales y comerciales, ha reconocido la propiedad privada individual y el comercio en manos de pequeñas empresas, ha abierto los aeropuertos a los turistas y siendo cubano ya no requieres de abusivos permisos para viajar al extranjero; está camino a disponer Internet para el público. Camina lento, pero camina...
Esto es producto de un largo trabajo de mediación de muchos ciudadanos en el mundo, de los partidos y líderes del socialismo democrático europeo, de los de América Latina, del mismísimo Papa y de los Demócratas Norteamericanos, que con delicadeza y paciencia hemos apoyado las iniciativas dentro y fuera de La Isla para que los criterios del odio y el resentimiento, de los más fanáticos y radicales, no se impongan a la visión de nuevas generaciones que tienen menos por olvidar y mucho por construir.
No dejemos que la acción de los más radicales imponga su discurso. Apoyemos a los cubanos que en La Habana y en Miami quieren abrir y continuar el dialogo para sostener la transición. Cuba es un hermoso país con un pueblo educado, con una clase media ilustrada como hay pocos en el continente de habla hispana, y el día que se abran las puertas de la libertad y la democracia, florecerá como ninguno, porque tiene condiciones para hacerlo y, hay que reconocerlo, esas condiciones atrapadas y bloqueadas por una larga dictadura, son el resultado de una revolución frustrada en la que muchos creímos alguna vez.
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