Mi bisabuelo se llamaba Francisco Urbano Lairana, nació en la ciudad de Jesús y Montes Claros de los Caballeros del Vallegrande; era de los pocos abogados que tendría Santa Cruz de la Sierra a principios del siglo XX y su retrato bien trajeado y de bigotes adorna un salón de la Corte de Justicia cruceña entre los de los magistrados destacados que presidieron la Corte de ese distrito para recordar su historia. Dejó su impronta personal, ya que pasando por mi abuelo que creía fervientemente que lo único por lo que valía dar la vida era la Libertad, hasta llegar a mí, la Justicia y la rectitud han sido valores centrales en la tradición familiar.
No me imagino a ese Don Francisco recopilando papeles, empezando con su título universitario, haciendo compulsar las fotocopias en las oficinas de la Gabriel René Moreno para que quede claro que no lo han falsificado, lo mismo que con sus otros certificados, el de nacimiento, el del servicio militar, y llevándolos foliados en folder amarillo con fástener y en sobre cerrado, haciendo fila para que cuando le toque entregarlo a un secretario de marras, de los tantos que habrán en la Asamblea Legislativa y que están ahí aupados sin saber ni leer ni escribir, a puro masismo plurinosequé, quien le pedirá sus personales y le dirá que vuelva mañana muy temprano a recoger una constancia de su patriotismo y amor al Estado plurinosequé también.
Una vez que esos papeles hayan sido revisados por un Rector de universidad o su encomendado, constatando que no falte ninguno y estén ordenados según los requisitos, lo que bien podría haber hecho un ujier del Parlamento, no me imagino a este mi bisabuelo en una entrevista con algunas y algunos diputados que seguramente él no respetaría, para que le certifiquen si sabe o no sabe lo que sabe, ya que estaba entre los más doctos de la República de su tiempo y que ejercía sus responsabilidades como un profesional respetable. A abogados así en cualquier parte del mundo se los invita y se les agradece si aceptan, no se les hace hacer fila para postularse.
No me lo imagino, cruzando sus dedos, pendiente de la votación a la que seguramente lograría entrar en una lista por orden alfabético donde no constan ni las calificaciones obtenidas por sus méritos, ni en el examen, ni de la entrevista, llamando en secreto a algún diputado a ver si logra que resalten su nombre y aseguren que va a ser fiel con su puño en alto y su diestra sobre el pecho, sobre todo cuando toque decidir lo de la re-re-re y lograr así los votos suficientes para ser seleccionado entre los que van a salir a solicitar el apoyo popular en elecciones, gracias a los dos tercios del MAS, porque otra posibilidad no hay. No me lo imagino prometiendo cosas ante las asociaciones de vecinos, o los sindicatos campesinos para que difundan su nombre y digan que hay que votar por él. Menos lo puedo imaginar filtrando su fotografía en las redes del Internet y pagando a Feisbuc para que la haga circular entre los bolivianos mayores de 18 que en diciembre vamos a votar, a ver si saca como un cinco por ciento que lo podría coronar Magistrado al fin, con el engaño del MAS a la ciudadanía, que nos hace creer que con tres o con un uno por ciento de la votación se han ganado las elecciones.
Y menos me lo imagino, si después de todo esto, aceptado y recorrido sólo por un gran altruismo y fervor patrio, se viera impelido a dictar una sentencia cualquiera, que de acuerdo a su saber y su conciencia pudiera lastimar en algo los intereses raídos por desgastados de algún jerarca con alguito de poder, por lo que sería acusado, juzgado y condenado en un raudo zipizape en el Senado plurinacional, donde no valen argumentos sustentados, sino otra vez la mayoría, esta vez contrariada y vociferando diatrivas, que lo condenarían culpable, a menos que antes él se apresurara a renunciar confesando ante todos su desfasado atrevimiento de haber cumplido su deber.
Y menos me lo imagino, si después de todo esto, aceptado y recorrido sólo por un gran altruismo y fervor patrio, se viera impelido a dictar una sentencia cualquiera, que de acuerdo a su saber y su conciencia pudiera lastimar en algo los intereses raídos por desgastados de algún jerarca con alguito de poder, por lo que sería acusado, juzgado y condenado en un raudo zipizape en el Senado plurinacional, donde no valen argumentos sustentados, sino otra vez la mayoría, esta vez contrariada y vociferando diatrivas, que lo condenarían culpable, a menos que antes él se apresurara a renunciar confesando ante todos su desfasado atrevimiento de haber cumplido su deber.
Saben que; con todo el respeto que se merecen los organizadores de semejante fantochada, tengan la gentileza de irse a la mismísima mierda. Lo digo en nombre de mi bisabuelo que debe estar contento que lo escriba de esta manera y de que vote NULO en honor suyo y de la Justicia con mayúsculas. Pongan nomás sus masistas truchos, que hayan experimentado siendo asesores en el sindicato de heladeros de Portachuelo o algo así. Un profesional de valía, experiencia y recto como una plomada, que es lo que nuestra desportillada justicia necesita, no se va a presentar en este circo, y las universidades nacionales, las carreras de derecho de verdad, no debieran aceptar validar semejante payasada plurinacional (que ahora sí me vine a recordar de tal apelativo).
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