Tropecé de nuevo con la misma piedra... entona la canción, y parece a veces ser nuestra pieza favorita.
Doscientos años de centralismo democrático en la cultura política occidental no es poco, hace cultura, se convierte en un rasgo cultural y un rasgo es una institución con vida propia. No depende sino de sí mismo; cuando un grupo discute sobre la necesidad de organizarse para la política reaparece con fuerza. ¡El omnipresente Centralismo Democrático!
Ahí está el quid de la cuestión, de por qué los partidos políticos no funcionan y están cada día más lejanos del que hacer y del sentimiento ciudadano. Porque la ciudadanía que hoy por hoy funciona desde la cultura de las redes distribuidas, rechaza el Centralismo Democrático como forma de organización y de acción en la política.
Y en ese contexto, la emergencia de grupos y plataformas civiles que luchamos por defender la democracia en Bolivia y que lo hemos hecho exitosamente ya en dos o tres ocasiones, infringiendo sendas derrotas al oficialismo etnonacionalista y autoritario que preside Morales Ayma, de pronto, al verse fortalecido, decide articularse y coordinar mejor, y la primera de todas sus decisiones es centralizar, decidir un solo mensaje, una sola estrategia, una sola representación y opta, nuevamente por la pirámide. De pronto salen las consignas sobre lo que hay que escribir en la papeleta y la idea de que todos y todas debemos escribir el mismo mensaje…
Y reclama por un solo mensaje. “Hemos decidido la campaña por Voto Nulo”, dicen y claman porque no se diga otra cosa, que confunde, que dispersa. Cuando es justamente que dispersos y diferentes les ganamos a los masistas las anteriores batallas.
Existen seis millones cuatrocientos ocho mil ochocientos un maneras de expresar que vamos a anular el voto y vamos a rechazar la pantomima electoral. Existen 6.408.801 formas distintas de anular el voto, a cada cual más creativa y diferente. Eso es lo que deben expresar las redes y los grupos y las plataformas; si no, estaremos repitiendo la experiencia de los partidos, que resuelven en una mesa lo que se debe hacer y nadie les hace caso.
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