ALTERNATIVAS

21 de junio de 2021

EL PRECIO DE UNA DERROTA

Me mueve, me conmueve y me remueve el esfuerzo sobrehumano y suprainstitucional del Movimiento al Socialismo por imponer en la conciencia colectiva de las y los bolivianos la consigna de que la sucesión presidencial a Morales Ayma y el rearme de la Democracia con Jeanine Añez a la cabeza el mes de noviembre de 2019 fue ilegal, por lo que se constituye en un Golpe de Estado. No es intención de este post el entrar en la discusión golpe / no golpe, que de eso se encargará el tiempo; lo que me interesa en principio es entender por qué Evo Morales Ayma, Luis Arce, su gobierno y el conjunto de autoridades y dirigentes del MAS están dispuestos a todo con tal de convencernos.

Es menester resumir para no olvidar lo acontecido, ni equivocarnos: Todo comenzó el 21F de 2016 cuando en un referéndum se le prohibió re-re-re postular a Evo Morales, quien, desconociendo el resultado con una burda triquiñuela, pasó de Presidente a ser un tirano fuera de la ley, generando así descontento, desconfianza y movilización populares, lo que se reflejaría en el resultado electoral del 2019. Sabiendo que perdería (era inevitable su derrota en segunda vuelta) manipuló los resultados, lo que fue denunciado nacional e internacionalmente y obligó a la anulación de las elecciones resultado de la resistencia callejera en todo el país, pidiendo que Morales Ayma renunciara. No sólo sucedió eso, sino que el tirano huyó al extranjero arrastrando consigo la renuncia de toda su corte, dejando al país en el límite de la violencia y sin gobierno; ese fue el vacío de poder del que tanto se habla. La sucesión presidencial, a más de constitucional y de acuerdo a las leyes y reglamentos, fue política, porque en ese momento un acuerdo nacional casi espontaneo por necesario, acordó (valga la redundancia) un Gobierno Transitorio para recuperar la democracia y pacificar el país, entre las fuerzas políticas (incluido el MAS), los movimientos sociales y las instituciones más importantes; a esa solución, el MAS quiere ahora llamarle golpe.

Con esto el MAS pone en duda la fortaleza democrática del pueblo boliviano y vuelve a perturbar su paciencia. Tenemos una extensa y rica historia democrática, la movilización popular en Bolivia derrotó en las calles y en las urnas a dictaduras militares que se creyeron inamovibles, como la de Banzer en 1977 o García Meza en 1981, y, como estamos siendo testigos, a tiranías despóticas como la de Morales Ayma en 2019. Eso es lo que las y los masistas necesitan ocultar.

Y es que se les va media vida en ello, ya que han comprobado en carne propia que el pueblo boliviano es profundamente democrático, y quien quiera gobernarlo tiene que estar en el centro de ese compromiso o corre el riesgo de salir, patitas para qué las quiero, como Morales Ayma, corriendo a refugiarse en la primera guarida que pueda encontrar. Si lo más autoritario del MAS, el evismo caudillista, irrespetuoso con las leyes y las instituciones, no logra camuflarse y la etiqueta de antidemocrático se convierte en un estigma, corren el riesgo de ser expulsados de la historia sin ninguna posibilidad de viabilizar su retorno.

Pero hay más. Evo Morales Ayma, angurriento de poder, incapaz de aceptar el no estar sentado en el trono del mandamás como le fue acostumbrado, quiere volver a ganar elecciones y retornar a ser Presidente, y sabe a ciencia cierta, que solo puede hacerlo si una sentencia judicial determina que su segundo mandato (en realidad tercero e ilegal) fue interrumpido por un golpe de Estado que le impidió culminarlo. La Constitución Política dicta con claridad que solo se puede ser Presidente dos veces, no hay una tercera reelección por ningún lado, y Morales lo sabe, por eso a él no se le va media vida, como a su partido, sino toda la vida. Tiene que demostrar que fue golpe para hacer valer la triquiñuela que ha planificado: si no fue golpe, no hay nada.

La línea que han trazado para ello implica torcer la verdad, cambiar el recuerdo de lo sucedido, mentir con el mayor de los cinismos, crear pruebas, armar procesos, ocultar evidencias, imputar inocentes, apresar personas… en fin, todo lo que sea necesario hacer. Y quieren aprovechar ese impulso para mandar al ostracismo a los y las “golpistas”, que resultaremos siendo cualquier ciudadano o ciudadana, imputables según la influencia e importancia que cada quien tenga en la política y en su entorno social. Es muy difícil luchar contra esta injusticia amañada y sostenida desde los aparatos estatales, la justicia manipulada, los medios de comunicación y contra el movimiento político más importante de los últimos años.

Ahora miremos al otro lado, hacia nuestro lado, a ver qué está pasando en casa; lo que está sucediendo no es sino el resultado de haber perdido la última batalla cuando todo indicaba que era posible ganarla, que no es la guerra, porque la política no se acaba nunca. Quienes pierden una batalla quedan desarmados.

Un paréntesis: (Claro que ni tanto ni tan poco, porque la victoria de la oposición en las ciudades grandes e intermedias del país, durante las pasadas elecciones a gobernadores y alcaldes, de alguna manera lo ha reivindicado. Al Ivan Arias en La Paz y Eva Copa en El Alto, por ejemplo, abren una puertita de viabilidad para otear el horizonte. Va a ser inevitable que el gobierno nacional, centralista a más no dar, esté obligado a negociar con alcaldes y gobernadores de oposición y eso da un respiro. Algo es algo.)

Hemos repetido que cuando la Presidente Añez decidió postularse equivocó el camino; si ese gobierno (en el que yo participé) transitorio hubiese durado cuatro o seis meses como estaba programado, nadie estaría sufriendo estos embates y el país caminaría, seguramente, hacia la reconciliación social.

Si el Sr. Camacho, convocando a la derecha pura y dura que es apenas un 10% del electorado, y la élite más bien camba que cruceña, no hubiesen priorizado de manera egoísta y miope solo sacar ventaja en Santa Cruz por encima del interés general, otra sería nuestra suerte, y el país estaría hoy intentando un gobierno de unidad y encuentro nacionales para enfrentar los problemas, económicos, de salud y otros igualmente importantes.

Y si el Sr. Carlos Mesa no se hubiera enroscado entre cuatro paredes y ocho amigos, y hubiese sido cabeza de un proyecto generoso, hubiera incorporado a las plataformas ciudadanas y las fuerzas sociales que por esa miopía pequeñoburguesa (vaya término, hace años que no lo utilizaba) quedaron al margen, confundidas y sin destino, como “gallinas sin huato” que diría mi abuela, hasta retroceder y cobijarse en la seguridad del voto por el MAS que así ganó limpiamente, gracias a ese error garrafal e imperdonable; de no haber sido así, la realidad política sería distinta y podríamos trabajar juntos para crecer las inversiones, aumentar la producción, mejorar la productividad, asuntos que están olvidados detrás de la discordia del golpe / no golpe.

Este post podría terminar aquí, porque es lo que quería reiterar, para no olvidar estos importantísimos detalles, puestos ahora en cuestión por el aparato publicitario del gobierno y del MAS; pero no, tengo un colofón para concluir.

Escribo esto para que entendamos que estas cosas no están sucediendo sólo porque las y los masistas son unos genuinos hijos de puta, como repiten algunos con frustración y rabia, como si al expresarlo así pudieran cambiar algo. Escribo esto para que asumamos que esa es la suerte que corren los perdedores, que las derrotas traen consecuencias.

Escribo esto para cambiar desde adentro y para que las y los ciudadanos democráticos en Bolivia entendamos que hay que exorcizarnos el alma, recuperar la fuerza y la confianza entre nosotras y nosotros, e inferir que, en el fondo, se puede volver a aglutinar una sociedad de ganadores.

Escribo esto para reafirmar que las jornadas que desde 1952 sentaron las bases del Estado boliviano, las de 1982 que definieron un rumbo democrático sin retroceso, y las de 2019 que afirmaron la posibilidad de un país sin odios ni excusiones, sean el horizonte de un ciclo histórico que no se ha cerrado aún, hasta cumplir un destino que nos marcamos desde el tiempo de nuestros abuelos (cambas, collas o chapacos, indios, blancos o mestizos, del campo o de las ciudades), por mucho masismo antidemocrático que se interponga en el camino.

Pero es imprescindible que las nuevas generaciones de políticos democráticos se den cuenta que en las sociedades de alta pobreza como la nuestra, el voto popular tiende en su mayoría a concentrarse en proyectos y con líderes que se comprometen con acortar las diferencias sociales, reducir las desigualdades, redistribuir la riqueza, mejorar las condiciones y las oportunidades de los menos favorecidos, evitar las discriminaciones, y que asuman en definitiva, así sea parcialmente, las demandas feministas, ecologistas, indigenistas. El futuro es de izquierda democrática, los próximos 50 años al menos, sin ella no se puede constituir una otra mayoría, no populista, que es lo que desde hace décadas el país viene necesitando.


3 comentarios:

  1. Es un gran análisis visto desde las dos partes, está claro que mientras no nos despojemos de intereses absurdos como los regionales por ejemplo, no va a haber unidad y sin unidad somos nada, el masismo hoy está en una Lu ha a muerte con persecuciones y procesos vergonzosos, la figura de dos ministros y un vocero, da lástima, pero insisto, sin unidad podemos embarcarnos en una lucha desigual que puede resultar mayor derrota... Digo yo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy buen análisis de Julio Aliaga Lairana.
      Posiblemente, la gran falla histórica de la Humanidad haya sido la polarización ideológica que tanto daño ha causado, desde las revoluciones libertarias en Francia y América Latina, pasando por las dos Guerras Mundiales. La resaca de angustia de estos episodios sigue siendo "capitalizada", aunque suene contradictorio, por los pseudo regímenes anticapitalistas que, en diversas partes del mundo siguen empeñados en la labor de "capitalizar" el apoyo mayoritario de grandes segmentos de una sociedad cada vez más 'lumpenizada', strictu sensu del marxismo empeñado en mantener vivo aquello que dice querer combatir. En ese entorno, de persistentes derechas fascistas e izquierdas comunistas, la mesa está servida para hacer padecer a los pueblos durante mucho, pero mucho, tiempo... sirviéndose únicamente de las migajas que caen de la mesa de los liderzuelos de turno. Urge despertar la conciencia ciudadana hacia una nueva etapa de proyección nacional y universal, pero despojada por completo de ambas clases de alineaciones ideológicas. Continuar por estas sendas nos garantizará el sempiterno estancamiento y la incubación y renovación de viejos odios, sólo que con nuevos protagonistas y engañosas esperanzas.

      Eliminar
  2. Muy buen análisis Julio, de acuerdo contigo en casi todo, salvo la ultima oración que, para mi, sobra en tu interesante reflexión. Creo que hablar de izquierda o derecha es precisamente lo que habría que evitar y hasta desterrar en el país. Creo mas bien que deberíamos unirnos en torno a principios como respeto pleno a la democracia con independencia de poderes, respeto a los derechos de todos los ciudadanos, inclusión, producción, equidad en derechos y obligaciones, reforma de la justicia, por un lado, además de orientar al país en el camino de la producción, innovación, incentivar la inversión y el empleo, así como la mejora de la productividad, como hacen las naciones que entienden que una de las mas importantes responsabilidades de gobierno, es procurar el bienestar económico y social de sus ciudadanos, además de asegurarles una educación de buen nivel para romper el circulo vicioso de la pobreza y ofrecerle un sistema de salud publica digno y oportuno. Ponerle a todo esto etiqueta de izquierda o derecha creo que no ayuda y confunde, como confundidos están en Europa y en nuestra región, aquellos que desde la supuesta izquierda (aun democrática) apoyan dictaduras y regímenes corruptos. Un abrazo!

    ResponderEliminar