Ni tú, ni yo, ni nadie, sabíamos que presentar la demanda boliviana por el mar ante el Tribunal Internacional de La Haya significaría romper con la insistencia multilateral en la OEA. Renunciar a la tesis boliviana de la multilateralidad y aceptar la tesis chilena de la bilateralidad, donde solo ellos tienen para ganar, más aún si el Perú sigue y seguirá siendo un país tranca (peor si no se lo toma en cuenta).
La renuncia es más que no tratar el tema marítimo en la Asamblea General, es abandonar un camino que Bolivia siguió consecuentemente durante décadas. Evo Morales ha impuesto otro rumbo, altamente riesgoso a la demanda boliviana.
Nuestra nueva estrategia (que yo la pensé envolvente, al estilo masista: "metale con todo y sin importar nada") parecía contemplar varias batallas en escenarios distintos. En los organismos multilaterales de la región y el mundo, en los tribunales internacionales, en el dialogo directo entre Chile, Perú y Bolivia, en la diplomacia directa, en el invento este de la diplomacia de los pueblos. Bolivia dando batalla en todos los rincones.
A decir de Chile fue su diplomacia la que amenazó con evitar-empantanar-denunciar la inclusión del centenario reclamo boliviano en la agenda de la próxima Asamblea General, entendiendo que el conflicto se trasladó definitivamente al ámbito bilateral gracias al nuevo contencioso internacional planteado por Bolivia. Ellos dicen que no se puede, según estatutos y normas de la OEA, tratar el tema en dos ámbitos distintos al mismo tiempo.
Y parece que tienen razón, porque Bolivia ha retirado después de 34 años consecutivos su solicitud de incluir este reclamo entre los temas a ser reconocido y discutido por todos los países del continente americano.
Ni tú, ni yo, ni nadie lo sabíamos, porque no somos expertos. Los expertos tampoco lo dijeron o son expertos de cuarta, como suelen proliferar en este gobierno. El resultado es amargo. Hemos cambiado el escenario difícilmente conquistado en 1979 a otro que no garantiza sino el reconocimiento al pedido boliviano de exigirle a Chile que negocie de buena fe (?) una solución al conflicto, corriendo el riesgo de que el resultado pudiera sernos adverso.
Magro resultado. Un primer paso en falso de la nueva estrategia del etnonacionalismo autoritario que no mira más allá de sus narices y se autosatisface con el apoyo interno y la esperanza de miles de bolivianos engañados con espejitos de colores. Hay personas en Bolivia que creen que el Tribunal de La Haya tiene la potestad de decidir que Chile nos devuelva o nos otorgue una salida al mar con soberanía.
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