Hoy pasó por mi puerta la Entrada Folclórica Universitaria y me acordé de Fernando Cajías (lo he buscado en Feisbuc y en Tuiter, pero nada) con su Llamerada San Andrés, mucho antes que a su paso vibrara La Paz, como pasa ahora, para bien del colorido, la investigación y las danzas andinas y cholas redescubiertas desde las universidades; para el bien de las industrias de las cervezas también. Me dije, “que bien Fernando, tu sueño llegó lejos”.
Luego vi los repetidos bailes, ese machacar todos los días sobre “nuestra” identidad más que boliviana o paceña, andina y fundamentalmente aymara, en la cual nos obligamos a reconocernos diciendo que es la nuestra, cuando este pueblo, como todos los demás, comparte culturas venidas todas de lejanas tierras y mezcladas aquí para hacer sincréticas nuestras identidades. Y me dije, “esto ya no aporta, esto está hecho para mirarse el ombligo y poco más”.
Imaginé una universidad universal como es su nombre, abierta al mundo, cantando y bailando y enseñando el folclore de todos los pueblos del mundo; imaginé a nuestro universitarios y universitarias jóvenes bailando danzas africanas o australianas por las calles de La Paz, y pensé que en un futuro así será. Imaginé un boliviano universal, un ser humano sin tantas anclas ni atavismos, mirando el mundo, la ciencia, el desarrollo desde su propio imaginario y desde su propia identidad.
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