ALTERNATIVAS

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25 de febrero de 2022

NO A LA GUERRA

Cuatro razones por las que el gobierno boliviano se equivoca al no condenar la invasión de Rusia sobre Ucrania:


1.      La actual Constitución Política del Estado boliviano nos define como pacifistas y contrarios a todo acto de violencia y guerra, por lo que Bolivia debiera condenar tajante y firmemente la invasión rusa sobre Ucrania, por vocación y principio.

2.    Somos un país pequeño, y la decisión de Putin nos retrotrae al tiempo en que los grandes pueden someter por la fuerza a los pequeños. La invasión de Rusia sobre Ucrania retrotrae a la humanidad a tiempos en que imperaba dominio de la fuerza sobre la razón, la política y la diplomacia.

3.    Las y los bolivianos sabemos lo que es sufrir una invasión militar, extrajera y  premeditada. Durante décadas hemos denunciado el abuso chileno sobre nuestros territorios y nos hemos alineado con la doctrina de que la fuerza no otorga derechos de conquista. No condenar la invasión rusa es contradecir la base de nuestra histórica demanda.

4.    Es inaceptable la tesis de reconocer movimientos separatistas y, apoyados en ellos, invadir territorios con solo reconocerlos unilateralmente como independientes, que es lo que ha hecho Rusia. Si no condenamos semejante acción estamos dando paso a que los movimientos separatistas en Bolivia (o en cualquier parte del mundo) decidan buscar aliados entre los gobiernos de países vecinos.

14 de diciembre de 2021

BLANDENGUES PALOMAS *

La palabra “blandengue” aparece cada vez más en las redes y se hacen post y memes dedicados a lastimar la imagen de quienes así aparecen buscando el dialogo en tiempos de polarización y odios. Pareciera que lo más ensalzado es el grito de enfrentamiento y el ataque inmisericorde a los enemigos, a los que hay que denostar, si no eliminar apenas se pueda.

Y esto se ve acentuado por los "filtros burbuja" que se han normalizado en las relaciones en red, que permiten escucharse cada quien a si mismo, ocultando toda opinión contraria que cuestione nuestras creencias, o lo que es peor, nuestros prejuicios. Ese es el caldo de cultivo de la intolerancia y la pérdida de capacidad crítica, de reflexión, de escucha a quienes están al frente.

Acudiendo a las palabras de un buen amigo, Walter Guevara Anaya, cabe decir que un tercio de la opinión política considera que a las y los masistas hay que envenenarlos con raticida, mientras que el otro tercio cree que a los “pititas” de la derecha hay que fumigarlos con insecticidas varios. Y así estamos.

Existe un tercer tercio entre ambos bandos, que se mueve desconcertado hacia un lado y hacia el otro, como demostró la última elección nacional el año 2020, cuando de estar convencidos de votar por unos, un buen sector de ese centro migró hacia los otros, aunque posteriormente, en las municipales reculó hacia sus orígenes, en el blandengue centro de la población urbana, mestiza, de clases medias, boliviana antes que plurinacional por raza y por origen.

En los extremos, en ambos polos, están los halcones. Son personas y grupos que creen que solo un enfrentamiento definitivo puede saldar este entuerto; y nos están llevando a un callejón sin salida, porque sin dialogo no hay entendimiento, sin entendimiento no hay negociación, sin negociación no hay democracia. Es a esos halcones a los que hay que derrotar. La vida se nos va en ello.


Las democracias en el mundo son duraderas y sostenibles desde la emergencia de las clases medias, donde están los profesionales, los comerciantes, los emprendedores, las y los trabajadores que desean mantener y consolidar sus empleos… Entre los polos de burgueses contra proletarios, de mestizos indios contra mestizos blancos, de campesinos contra citadinos, de cambas contra collas, y a la inversa en todos esos casos, no hay democracia posible.

Y mientras la pugna continua y se acrecienta, no hay ley que valga, institución que gobierne, poderes que puedan actuar con independencia. No hay democracia.

Por eso quiero resaltar el papel de las palomas, en esta vieja clasificación de halcones y palomas, entre duros y blandos, a los que la ciencia política ha clasificado como arquetipos de una forma de ser y de actuar en toda confrontación política. Quiero resaltar a las palomas.


Conquistar el centro quiere decir, en primer lugar, olvidar los insecticidas y los raticidas, y reconocer que las y los del otro bando algo bueno tendrán, algo bueno habrán hecho, y por eso ha de ser que parte de sus propuestas recogen el reconocimiento de una parte de la población. En segundo lugar, conquistar el centro es hacer hasta lo imposible por encontrar lugares para el encuentro, por mínimo que este sea; tender puentes para el diálogo, por poco fructífero que parezca.

Hay que ser muy osado y muy valiente para ser una paloma en tiempos de escopetas, de una guerra no declarada. Hay que tener mucho coraje y perseverancia para ser blandengues en momentos de dureza. Y no se trata de dejar de pelear (entiéndase bien), de abandonar la presencia y el reclamo callejero; no se trata de abandonar las trincheras.

Quiero ser una paloma y trabajar con todo el palomar. Porque nuestro es el futuro, que si no (que quede claro) no va a haber futuro. Democrático, al menos.

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* Original publicado en https://talcual.bo/analisis/blandengues-palomas/ Se aconseja leer esto con espíritu navideño,


27 de noviembre de 2006

Una cultura de paz y democracia

Carlos Hugo Molina -ciudadano- propone desde Santa Cruz la utilización de escarapelas blancas (una cinta blanca cruzada y prendida en el pecho o la solapa) como distintivo de las personas que queremos vivir en paz. Una cultura de paz, en medio de estos llamados a la violencia y la guerra. Es un aporte importante y certero en el momento, creo que hay que adherirse a la propuesta.

Visiten el blog de Carlos Hugo -ciudadano- para ir organizando esta iniciativa.