ALTERNATIVAS

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23 de noviembre de 2025

EL NUEVO MIR

O, EL MIR DE NUEVO

Dicen que el MIR ha recuperado su sigla después de veinte años de proscripción. Es una buena noticia para la memoria democrática boliviana, pero también una pregunta incómoda, ¿qué es exactamente lo que se quiere reconstruir? ¿Un recuerdo entrañable de juventud, un sello electoral disponible para negociar cargos, o un partido de la Izquierda Nacional boliviana para el siglo XXI, con identidad nítida, progresista y sin complejos? En estas dos décadas la militancia tomó rumbos muy distintos, algunos se alinearon con la ultraderecha tecnocrática, otros con la derecha populista, otros se refugiaron en el etnonacionalismo autoritario del MAS. Muy pocos hemos intentado conservar una visión de país que corresponda con la izquierda nacional y democrática, con raíces socialdemócratas, como la que quisimos tallar hace años, un hilo nacional, democrático y popular, feminista y ecologista, fruto de una larga reflexión escrita, discutida y defendida, no de un arrebato coyuntural.
Si hoy el MIR vuelve a la escena política, la vara para medir su sentido histórico no es la nostalgia, sino la coherencia con los principios de la izquierda democrática en Bolivia y la socialdemocracia internacional. Se entiende la izquierda democrática como un movimiento por la libertad, la justicia social y la solidaridad, cuyo objetivo es una sociedad en la que cada persona pueda desarrollar plenamente su personalidad, con garantías plenas de derechos humanos y civiles, en un marco de democracia efectiva. No se trata de un estilo amable de hacer política, sino de un proyecto integral que articula democracia política, igualdad social, economía regulada al servicio de las mayorías, paz, protección del medio ambiente y respeto radical a la dignidad humana. Ese respeto no es retórico, la Carta Ética de la Internacional Socialista, insta a defender la libertad de pensamiento, de creencias, de educación y de orientación sexual, el derecho a la igualdad de trato y la lucha contra toda discriminación por género, raza, origen étnico, orientación sexual, religión o ideas, y reconoce como aliados naturales a las organizaciones de mujeres, a los verdes, a la juventud y a los movimientos LGBTIQ+. La agenda que hoy la derecha descalifica con el rótulo despectivo de “woke” no es un capricho posmoderno, sino la consecuencia lógica de los valores clásicos de la socialdemocracia: libertad, igualdad, solidaridad, paz y derechos humanos. Si el nuevo MIR no asume sin ambigüedades ese piso ético y político, no será socialdemócrata, será otra cosa, un cascarón disponible para acomodarse al viento ideológico que sople.
En este marco, la defensa del Estado laico es un punto de partida ineludible. La protección simultánea de la laicidad y de la libertad religiosa debe ser un compromiso claro, el Estado no tiene religión, protege por igual a todas las creencias y también a quienes no profesan ninguna, y sus políticas públicas se basan en derechos y evidencias, no en dogmas. En Bolivia, aunque la Constitución consagra un Estado laico, en la práctica las iglesias católicas y evangélicas, junto a distintos fundamentalismos (incluidos algunos de supuesto signo “originario”) siguen influyendo sobre leyes, políticas públicas y decisiones judiciales. Eso se ve en los debates sobre educación sexual, aborto, derechos LGBTIQ+ o violencia de género, donde se intenta imponer una moral religiosa particular como norma obligatoria para toda la sociedad. Sin Estado laico no hay igualdad plena, y sin igualdad plena no hay socialdemocracia. Un MIR dispuesto a transar este punto para quedar bien con obispos, pastores o chamanes de ocasión, renunciaría, en los hechos, a su vocación de modernidad.
Lo mismo ocurre con los derechos de las mujeres y el aborto. La socialdemocracia y sus organizaciones de mujeres han insistido en que la igualdad de género implica el pleno ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, incluyendo el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. En el espacio latinoamericano y caribeño han llamado explícitamente a desarrollar políticas públicas que garanticen estos derechos en condiciones de salud reproductiva adecuada y decisión libre, informada y segura. En Bolivia, sin embargo, el aborto continúa criminalizado, salvo excepciones restringidas (violación, incesto, riesgo para la vida o la salud de la mujer, algunas malformaciones fetales) y, aun en esos casos, el acceso real está plagado de trabas burocráticas, estigma y maltrato institucional. El resultado es conocido, cientos de abortos clandestinos e inseguros y muertes evitables de mujeres, sobre todo pobres y rurales. El MIR del siglo XXI no puede mirar hacia otro lado. Si las mujeres no pueden decidir sobre su cuerpo, si la maternidad no es libre, sino impuesta por el miedo a la sanción penal o por la presión religiosa, entonces la ciudadanía femenina es de segunda clase y la democracia se convierte en escenografía. Un partido que se reclame de izquierda democrática debe comprometerse de manera explícita con la despenalización del aborto dentro de plazos razonables, con el acceso efectivo a servicios de salud sexual y reproductiva, y con una educación sexual integral, laica y científica. No se trata de provocar a nadie, sino de salvar vidas, reducir desigualdades y reconocer un derecho básico a la autonomía moral. Si el nuevo MIR se refugia en ambigüedades, eufemismos o invocaciones genéricas a la “libertad de conciencia” para no incomodar al conservadurismo religioso, estará renunciando a uno de los pilares contemporáneos de la izquierda democrática en América Latina.
Algo similar vale para la diversidad sexual y de género. Se debe respetar y reforzar los derechos fundamentales, mencionando de forma expresa la orientación sexual y el derecho a la igualdad de trato, y combatir toda forma de discriminación basada en ello. En su desarrollo programático, la socialdemocracia ha situado la lucha contra la homofobia y las distintas fobias ligadas a la orientación sexual y a la identidad de género en el corazón de la construcción de una “sociedad de derechos” basada en la inclusión y la igualdad. Un partido socialdemócrata no puede tratar los derechos LGBTIQ+ como un apéndice incómodo del programa, relegado a notas al pie o a mensajes oportunistas para foros internacionales. Si hablamos en serio de dignidad y libertad, hay que defender leyes antidiscriminación efectivas; el reconocimiento igualitario de las familias diversas; el respeto a la identidad de género y la protección frente a los crímenes de odio; así como políticas públicas específicas en salud, educación, trabajo y seguridad para estos colectivos. La derecha hablará de “agenda woke” para ridiculizar esta lucha, pero lo que está en juego es algo mucho más elemental, que nadie sea golpeado, expulsado de su casa, despedido o humillado por amar a quien ama o por ser quien es. Si, al recuperar su sigla, el MIR decide hacerse el distraído con estos temas para no perder votos en sectores conservadores, no estará demostrando astucia táctica, sino renunciando a los principios que decimos abrazar.
Después de veinte años de proscripción, el verdadero riesgo es que el regreso del MIR se convierta en una operación puramente instrumental, utilizar una sigla conocida para negociar alianzas, listas y cuotas, adaptando el discurso según la moda del momento, un día guiñando el ojo a la derecha “promercado”, otro día al populismo conservador, otro al identitarismo autoritario, sin brújula propia. Para eso, francamente, no hace falta reconstruir el MIR; el sistema político boliviano ya está lleno de siglas-taxi, micropartidos y franquicias personalistas que cumplen ese papel. La única razón para invertir energía vital en esta reconstrucción es convertir al MIR en un partido socialdemócrata nítido, progresista, comprometido con la democracia pluralista y el Estado de derecho; con un Estado laico entendido como garantía de libertad e igualdad; con la igualdad sustantiva de las mujeres, incluyendo su derecho al aborto seguro; con la plena ciudadanía de las personas LGBTIQ+; con la defensa del medio ambiente y una transición ecológica justa; con la reducción radical de las desigualdades sociales y territoriales; y con un proyecto de reconciliación nacional que una, en vez de enfrentar, nuestras diversidades regionales, étnicas y culturales. Dicho de otro modo, o el nuevo MIR asume con claridad la tradición socialdemócrata y la reinterpreta creativamente para la Bolivia plurinacional de hoy, o será, en el mejor de los casos, un partido más, indistinguible del resto, condenado a girar alrededor del poder de turno.
La recuperación de la sigla, entonces, es una oportunidad, no una garantía. Si el MIR se presenta ante la sociedad boliviana con un documento fundacional claro, que se reconozca explícitamente heredero de la socialdemocracia internacional y que defienda sin ambigüedades el Estado laico, los derechos sexuales y reproductivos, la igualdad LGBTIQ+, la justicia social y ecológica, estaremos ante algo distinto, un partido capaz de aportar a la renovación de la política boliviana, de contribuir a la construcción de una centroizquierda moderna y de impulsar una agenda de reconciliación basada en la igualdad de derechos. Si, en cambio, el “nuevo” MIR prefiere callar o diluir estos principios para no perder viejas amistades conservadoras o posibles alianzas coyunturales, la conclusión es sencilla, no vale la pena militar allí. Porque sin una columna vertebral ética y programática, será solo un vehículo más para participar del poder, y no una herramienta para transformar el país. La disyuntiva está servida, o un MIR socialdemócrata, laico, feminista, plural y progresista, o un MIR cualquiera. Y si va a ser cualquiera, mejor dejar el nombre en la memoria afectiva, antes que verlo convertido en la caricatura de aquello por lo que una generación entera luchó.


10 de marzo de 2017

LA INTERNACIONAL SOCIALISTA EN BOLIVIA

El MIR ingresó a la Internacional Socialista (IS), como partido observador, allá por el año 1977 y gracias al apoyo del venezolano Carlos Andrés Perez y de Willy Brandt, líder del SPD alemán y en ese entonces Presidente de la IS, como parte de un esfuerzo mundial de los partidos progresistas por romper con el eurocentrismo que marcó a la IS desde su nacimiento a principios del siglo XX. Es así que una vez abandonado el marxismo el año 1958, el abanico de participantes se amplió mucho, dando cabida a socialistas democráticos, socialdemócratas, laboristas y, en la década de los setenta, el ingreso de organizaciones del post-colonialismo africano de los años 60, los movimientos de liberación nacional del llamado "tercer mundo".

El MIR hizo carrera en la Internacional Socialista, pasó de partido observador a miembro pleno y su líder, Jaime Paz Zamora llegó a ser durante años Vicepresidente de la Internacional, y tuvo participación exitosa en varias gestiones internacionales, como en los casos de la OLP en solidaridad con Palestina, y con el pueblo saharaui, en la República Árabe Saharaui en el Sahara occidental, donde estuvo presente incluso bajo el fuego y las amenazas de la guerra.

Yo le le critiqué al MIR que recurriera a la solidaridad de la IS y la recibiera (porque la Internacional Socialista fue fundamental en la construcción de la Democracia en Bolivia gracias al MIR), pero nunca luciera con claridad sus principios frente a la sociedad boliviana. El MIR dentro del país era un aguerrido gallo, pero no el puño y la rosa de la Internacional. Vale el detalle de que fue la Juventud Mirista que publicó en su momento el primer documento que tenía en la contratapa una rosa socialdemócrata (aunque anaranjada y azul, y con el puño izquierdo), lo que me mereció una regañina a la que no le dí importancia alguna, porque yo soy un socialdemócrata.


Cuando el MIR dejó de existir, Bolivia se quedó sin representación en la IS, que no podía mantener entre sus miembros a un partido que no existía, perdiendo así un espacio de apoyo y solidaridad internacional. Fue en ese tiempo que fui a hablar sobre el tema con Juan del Granado y con Samuel Doria Medina, en el entendido de que sus organizaciones cumplían ambas los requisitos para postularse y recuperar para el país el espacio que se había perdido. A decir verdad Samuel agarró la idea mejor que Juan, y me permitió iniciar los trámites frente a la Secretaría General en Londres (el pasaje lo pagué yo, que tenía que ir a Madrid por otros motivos). El Partido Socialista Obrero Español y su Secretaría de Relaciones Internacionales jugaron un gran papel en ese tiempo y debo agradecer a compañeros tan importantes como amigos, por el apoyo que me brindaron en esas gestiones.

Luego nos distanciamos Samuel y yo, y no lo volví a buscar más, ni él a mi tampoco, pero no abandonó la gestión, y con el apoyo de los socialdemócratas brasileños Unidad Nacional concluyó el trámite. Los felicité por ello.

Lo que hay que esperar es que no se repita lo del MIR, es decir, que Unidad Nacional exprese en Bolivia el espíritu que anima a la IS, que sería un gran aporte a la cultura política nacional, cada vez más populista, escurridiza y acomodaticia; sería maravilloso que un partido boliviano plantara banderas y dijera con claridad quién es y qué quiere. En eso la membrecía en la IS puede ayudar mucho. Empezaría por aconsejar a los militantes y adherentes de Unidad Nacional que lean la ultima Declaración de Principios de la Internacional, aprobada el año 1989; van a ver que no tiene desperdicio.


28 de noviembre de 2016

CUBA Y LA LIBERTAD

Cuba vive desde hace años un proceso lento y difícil de transición. Ha ido aflojando de a poco las libertades individuales y comerciales, ha reconocido la propiedad privada individual y el comercio en manos de pequeñas empresas, ha abierto los aeropuertos a los turistas y siendo cubano ya no requieres de abusivos permisos para viajar al extranjero; está camino a disponer Internet para el público. Camina lento, pero camina...

Esto es producto de un largo trabajo de mediación de muchos ciudadanos en el mundo, de los partidos y líderes del socialismo democrático europeo, de los de América Latina, del mismísimo Papa y de los Demócratas Norteamericanos, que con delicadeza y paciencia hemos apoyado las iniciativas dentro y fuera de La Isla para que los criterios del odio y el resentimiento, de los más fanáticos y radicales, no se impongan a la visión de nuevas generaciones que tienen menos por olvidar y mucho por construir.

No dejemos que la acción de los más radicales imponga su discurso. Apoyemos a los cubanos que en La Habana y en Miami quieren abrir y continuar el dialogo para sostener la transición. Cuba es un hermoso país con un pueblo educado, con una clase media ilustrada como hay pocos en el continente de habla hispana, y el día que se abran las puertas de la libertad y la democracia, florecerá como ninguno, porque tiene condiciones para hacerlo y, hay que reconocerlo, esas condiciones atrapadas y bloqueadas por una larga dictadura, son el resultado de una revolución frustrada en la que muchos creímos alguna vez.

28 de octubre de 2008

DESAFÍO Nr. 1

La oposición progresista, democrática, amplia y abierta, capaz de coordinar su trabajo, hasta conciliar un frente, coalición o plataforma nacional, tiene algunos desafíos que cumplir en el camino, si quiere llegar a ser una alternativa política, sin confundirse con la derecha conservadora.

Algunos conceptos para entender la unidad: Mantener la idea de que es necesarios ir “todos juntos” para vencer al MAS, es hacer de la unidad un instrumento (el compromiso sería instrumental, con lo cual la unidad estaría permanentemente en riesgo); la unidad sería una trinchera de resistencia y no la condición necesaria para construir una propuesta que nos saque del torbellino de irracionalidades en el que estamos. La unidad es entre aquellos que disponiéndose juntos, pueden construir un proyecto alternativo, capaz de involucrar a la nación.

El pragmatismo del pasado dio lugar a un rasgo predominante en nuestra cultura: si la tendencia era liberal, si así lo señalaban las encuestas, había que volverse liberal, o a la inversa; de esa forma el sistema concluyó homogenizando las opciones hasta que era imposible saber quién era qué. ¿Era Goni del nacionalismo revolucionario o un neoliberal a secas? ¿Qué era el Gral. Banzer en definitiva? ¿Era Jaime Paz un socialdemócrata?  ¿Y Manfred Reyes Villa? Terminamos con “ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario”, devastador para el sistema.

Lo peor que puede suceder ahora es tratar de utilizar la misma técnica. Ante la posibilidad de que los próximos años estén signados por las fuerzas del cambio y que la derecha tenga poco que hacer, lo peor que nos puede suceder es que todos nos volvamos socialdemócratas, o algo perecido. Tuto socialdemócrata, Costas socialdemócrata, Mesa socialdemócrata, Cossío socialdemócrata, Samuel socialdemócrata, los masistas socialdemócratas. La rosa y el puño está de moda, la pone en su web o en su blog, hasta en el facebook, todo el que puede.


Me decía Luis Ayala, Secretario General de la Internacional Socialista, que Bolivia se ha convertido en un lugar de desasosiegos, porque por donde va encuentra siempre algún boliviano con su proyectito, que quiere el apoyo de la Internacional. Típico —digo yo, que no he conocido ningún partido boliviano que proclame y difunda los principios o las actividades de esa Internacional en Bolivia, a tiempo de llamarse socialdemócratas—, eso si, para pedir ayuda estamos los primeros en la fila.

¡Definir quién es quién, para saber con quién uno se está metiendo! No podemos pensar la unidad de un proyecto progresista, de izquierda, inclusivo, democrático y que respete la libertad y los derechos humanos, con Branko o con Costas, por ejemplo, como tampoco podemos intentarlo con García Linera. En ambos casos sería una mentira, a la gente y a nosotros mismos. El trabajo carecería de consistencia programática.

En cambio se podría hacer un proyecto de esas características con Victor Hugo Cárdenas, Samuel Doria Medina, René Joaquino, Eduardo Rodriguez Veltze, Juan del Granado, Germán Antelo, Carlos Hugo Molina, Mario Cossío, Oscar Montes, Carlos Mesa. Hay que decir que el nombrar a estos personajes e invitarlos a participar a todos (no está el tiempo para exquisiteces) sin excepción, otorga identidad (ahorran un año de presentaciones y campaña) al proyecto, aunque también suma un lastre que carga cada uno de ellos por su cuenta, pero eso nos pasa a todos, hoy por hoy; salvo a los más más jóvenes.

Dije nombres y no son todos, pero ninguno debe pretender de entrada el liderazgo del proceso de unidad, porque todos ellos (unos más, otros menos) forman parte del pasado, frente a una sociedad que busca futuro; esto no quiere decir (entiéndaseme bien) que alguno de ellos pueda eventualmente encabezar o participar preponderantemente del futuro. De allí nace esta idea-propuesta que viene a constituir el DESAFÍO Nr. 1:

a) La unidad debe construirse entre identidades próximas, así sean circunstancialmente similares, intentando sostener esta equivalencia por el mayor tiempo posible, por lo menos hasta constituir uno o dos gobiernos en el futuro.

b) La unidad debe hacerse al inicio, con la aquisecia de los dirigentes que se consideran a si mismo presidenciables, pero no con su presencia. Este es un tema de dirigentes, no de candidatos. Si esto no es así, será imposible ponerse de acuerdo.

c) La organización interna, el sistema de relacionamiento, las tareas, las jerarquías, las líneas de comunicación y mando, deben ser democráticas y transparentes. Las reglas del juego deben ser claras, pocas pero claras y todos debemos cumplirlas. La igualdad de oportunidades debe ser un principio rector y no debe haber ni un solo “dedazo” a la hora de elegir los dirigentes. Esto vale más aún para los candidatos, desde el primero hasta el último. Debe encontrarse un sistema de garantías que hagan esto verdaderamente posible.

d) El objetivo tiene que ser de largo plazo. Lo más largo posible. El coyunturalismo nos obliga a intentar sacar ventaja pequeña del próximo momento (cada quien quiere “aprovechar”). Si nuestro objetivo, por ejemplo, fuera ganar las elecciones del 2014, todo lo que se haga en la ruta para alcanzarlo se ordenaría bajo esa meta principal. Así podríamos acomodarnos todos en el referéndum de enero, las generales de 2009, las municipales de 2010, las generales de 2014, etc.

Un objetivo a largo plazo es el elemento que permitirá que cada quien ceda un pedacito “de lo suyo”, a condición de que todos los otros hagan lo mismo, para permitir la construcción “lo nuestro”. Este ejemplo no quiere decir desechar el corto plazo, pero trabajar solo por el 2009 electoraliza el trabajo interno y nos impide avanzar. Se puede afirmar que trabajar a “largo plazo” permitirá mejorar el rendimiento en el corto plazo de manera significativa.

e) La renovación. La mayoría de quienes lideren este proceso tienen que ser jóvenes. Así se hicieron las reformas exitosas en otros países, de manera radical en términos de renovación. No se puede seguir con el estribillo de que se renueven todos menos yo. ¡Menores de 30 años y mujeres! El país debe poder ver que la renovación no es una mentira.

Estoy proponiendo estos temas, como parte de la discusión de fondo para una reunión preparatoria de la unidad. Creo que hay grupos que han ganado el lugar y la confianza suficientes como para intentar convocar y asistir a una reunión de estas características.

Lo dejo para reflexión y para tomar decisiones. Para que alguien se anime.