Esto del censo 2012 y la controvertida pregunta (existencial e identitaria) sobre lo que cada quien es, étnica y culturalmente, va a traer problemas, porque solo una parte de la población tendrá la oportunidad de señalar con qué grupo cultural se identifica; el resto seremos nadie. La boleta obliga a señalarse como solo "bolivianos", pero en esa estamos todos, incluidos aquellos que optan por una pertenencia según origen y quienes no; finalmente todos somos bolivianos.
En el mundo de hoy y en la Bolivia de hoy, uno puede ser hijo(a) de inmigrante japones mezclado con menonita de origen canadiense, tener novia(o) afroamericana(o), hablar castellano e inglés y sentirse vinculado a tradiciones cochabambinas (como comer con gusto un pique a lo macho) o participar plenamente de rituales andinos como una challa en Santa Cruz. Yo tengo ascendencia de al-andaluz desde España, algo inglesa, algo aimara y seguramente otras que desconozco; mis abuelos eran de Sorata, La Paz, Apolo y Vallegrande en Santa Cruz. Bailo con ganas un huayño, lo mismo que disfruto del rock anglosajón o de la trova cubana, y me identifico con el arte y la literatura universales, con el socialismo democrático que es de cuna occidental por excelencia, chapurreo inglés y alemán, mi cuna es cristina pero soy agnóstico convencido. Boliviano nomás soy, aunque no quepo aquí del todo.
Clasificar a la población de un país según sus orígenes étnicos o raciales es, o una practica medieval común en nuestras tierras durante la Colonia, o refleja resabios ideológicos fascistas, como cuando el origen y la raza se convirtieron en condición para el diseño y la aplicación de políticas desde el Estado nacional-socialista alemán hace 80 años. El actual Estado etno-nacionalista boliviano, mal llamado plurinacional, en algo se le parece.
Si se incluyera “mestizo” en la pregunta censal, una inobjetable mayoría de la población elegiría esa opción, mientras que al retirarla, un porcentaje de los censados optará por identificarse con alguna de las etnias que estén disponibles. No hay alternativa, que si no somos ni aimaras, tupiguaranís, quechuas u otra de las minorías indígenas, estaremos obligados a ningunearnos, a adscribirnos "voluntariamente" a los bolivianos que no son. Esto es no solo injusto, atentatorio contra los derechos ciudadanos, sino que falsea el resultado, permitiendo validar decisiones racistas y discriminatorias los próximos años.
Si se tuviera la posibilidad de señalar que uno es “mestizo”, la gran mayoría lo escogería en primera instancia, y en segunda opción, optaría por alguna etnia (la experiencia se ha validado); quiere decir que las personas se sienten primero mestizas, aunque también pueden identificarse como culturalmente afines a alguno de los grupos étnico-culturales alternativos señalados. Por ejemplo, cualquiera puede sentirse primero mestizo y luego mostrar su afinidad con los aimaras, o primero mestizo e inmediatamente después quechua, o primero mestizo y guaraní en segunda instancia, según viva o haya nacido en El Alto, Cochabamba o Santa Cruz, para utilizar un ejemplo clarificador. Esa lectura nos une, nos hace solidarios los unos con los otros, recalcando una raíz común, al mismo tiempo que respetando las diferencias.
Pero es eso justamente lo que el gobierno de Evo Morales no quiere que suceda, porque de darse, toda la tramoya “indigeno/originario/campesina” se vendría abajo, ya que se sostiene, en la visión etnonacionalista, en la preminencia de mayorías indígenas en conflicto y pugna con los rezabios coloniales internos, lo que tiene que reconfirmarse permanentemente, cueste lo que cueste, así haya que manipular el censo o buscar una forma fraudulenta para alcanzar ese resultado, es decir, hacernos trampa a nosotros mismo, para que el MAS se trague otra vez su propia quimera.
¿Dónde se ha visto que un gobierno construya desconfianza ante los resultados de un censo? ¿Cuándo se ha visto que una papeleta censal se convierta en centro de una polémica político-identitaria, en vez de al uso frío, imparcial y técnico de los datos, ahora en discordia? Es un resultado más del esfuerzo por distorsionar la realidad, porque parte de un supuesto, más que de una contrastación con la realidad, que obcecada como es, se niega a ceder posiciones: Bolivia no es un país indígena-originario-campesino, sino uno urbano, mestizo y multicultural por sobre las diversas identidades parciales, porque nuestro mestizaje ha construido durante siglos un sentido común de ciudadanos con semejanzas, de rasgos culturales compartidos: la bolivianidad.
Se van a alzar voces de protesta en todos sitios, y hay que darles resonancia, porque conciencia a la población sobre lo que está sucediendo con el censo, pero habrá que tener cuidado con las protestas radicales que promuevan un sabotaje colectivo y/o la no participación. La desobediencia civil estaría absolutamente justificada, porque ningúna actividad, por muy estatal que sea (como responder a una boleta censal), debiera obligar a nadie a negar o “ningunear” su identidad, que es un derecho fundamental de toda persona, como el tener un nombre. Pero no participar en el censo negándonos a responder tendría peores consecuencias, permitiría al MAS dar por válidos los resultados obtenidos, perjudicando a las personas y poblaciones que no estuvieran contenidas en la suma de los resultados.
Lo mejor (ya que el gobierno ha decidido irresponsablemente por ese camino) será iniciar una campaña ciudadana, sin límites de razas, edades, culturas u opciones sexuales, para responder “NO” a la pregunta 29, haciendo de este concepto no la expresión absurda de no ser nadie (que es lo que el censo quiere), sino un sitio para mostrar y demostrar la existencia mayoritaria del mestizaje boliviano, junto al dato georeferencial de que este estrato cultural está diseminado por todo el territorio nacional y que es el que nos une a todos. El mestizaje es la tenaza de nuestra abigarrada identidad, es el abrazo que ha forjado en siglos la razón de nuestra unidad y, por lo tanto, el único cimiento para ser un día fuertes y trascendentales en la historia.
El futuro ineludible de la integración sudamericana, en este mundo de países-continentes, no va a sustentarse entre brasileños y aimaras, entre peruanos y guaraníes, o entre argentinos y mosetenes; el futuro habla de un encuentro con los bolivianos, de raíces nacionales sobre mapas político/estatales y no étnico/culturales como pretenden los neofascistas y neopopulistas que dominan el actual gobierno y la coyuntura boliviana.
En ese sentido el censo requiere y reclama una respuesta ciudadana y democrática, a la altura del mundo que nos tocó vivir. Sin complejos, y conscientes de lo que estamos haciendo vamos a contestar "29-NO" en el censo y vamos a proclamar y promocionar esta idea, para que todo boliviano sepa que en ello se juega nuestra identidad nacional.
Lo sensato sería mantener el censo en un estrato técnico y no ideológico-político, planteamiento que bien puede pecar de ingenuo a esta altura.
ResponderEliminarSin embargo, coincido Julio con tu punto de vista final, el NO, si no se pertenece a un grupo, nación o identidad indígena-originaria (lo de campesina ya me parece un exceso y me permito la arbitrariedad de incluirla), pues se dice que NO.
Ahora, como comenté en un blog amigo que ve las cosas desde una vereda distinta, la identidad y la pertenencia son construcciones sociales que dinámicas y colectivas, Comunidades imaginadas las llama Benedict Anderson, que tampoco están exentas de procesos hegemónicos o coercitivos.
En el actual contexto, pienso que el debate sobre la reconfiguración de una identidad política "mestiza" que destrone a otra es destructivo, intencionado, maquinado desde mentes conservadoras que poco pueden aportar a un verdadero proyecto democrático y plural.