Aquí la fórmula de Paz y Lara es nítida, libertades económicas junto a protección social, con un Estado que regula y no asfixia. No hay modernización posible sin educación y salud en el centro, sin seguridad ciudadana efectiva, ni sin respeto a la autonomía productiva de las regiones y los municipios. Ese equilibrio no es un “cambio tibio”, es el único camino que hará gobernable a Bolivia en esta dificil transición.
ALTERNATIVAS
14 de septiembre de 2025
VOTAR POR RODRIGO PAZ
Aquí la fórmula de Paz y Lara es nítida, libertades económicas junto a protección social, con un Estado que regula y no asfixia. No hay modernización posible sin educación y salud en el centro, sin seguridad ciudadana efectiva, ni sin respeto a la autonomía productiva de las regiones y los municipios. Ese equilibrio no es un “cambio tibio”, es el único camino que hará gobernable a Bolivia en esta dificil transición.
19 de julio de 2025
SAMUEL Y MARCELO
ENTRE LA POLÍTICA Y EL DESCONCIERTO
Y es que el ingreso de Claure a la política nacional ha sido, hasta ahora, un despliegue que mezcla intuición tecnológica con inexperiencia política, algo así como un elefante entrando a una cristalería con la mejor de las intenciones. El gesto de apoyar a Doria Medina no es menor, pero tampoco puede desligarse del contexto que lo rodea. En política, como en la diplomacia o la medicina, las buenas intenciones no bastan. Se requiere más: comprensión, prudencia, humildad, y sobre todo, conocimiento del terreno en que se pisa. Y Bolivia, hay que decirlo con claridad, no es un tablero de Silicon Valley. Es una tierra compleja, profundamente herida, donde las decisiones —y las palabras— tienen peso histórico.
14 de julio de 2025
ENFRENTAMIENTO O RECONCILIACIÓN
ELECCIONES 2025ACLARANDO EL DILEMA
Ya no es una impresión efímera ni una especulación de coyuntura. Seis encuestas consecutivas lo confirman: el escenario electoral boliviano se ha decantado con claridad. Tres nombres concentran la disputa real por el poder: Samuel Doria Medina, Jorge “Tuto” Quiroga y Andrónico Rodríguez, en ese orden de intención de voto. Quienes de los tres logren acercarse a un 25% de la votación estarán en la segunda vuelta el mes de octubre.
El resto del panorama político —fragmentado, testimonial o en retirada— apenas alcanza a disputar los márgenes. Es sobre ese decisivo 80% del electorado que se libra la batalla real. Y es allí donde Bolivia se juega mucho más que una presidencia: se juega su futuro, su estabilidad y su democracia.
Andrónico: el riesgo del pasado que se disfraza de futuro
Andrónico Rodríguez no representa la renovación: representa el retorno de un ciclo agotado. Es la cara joven de un proyecto viejo, autoritario y corporativo, incapaz de autocrítica ni de reconciliación. Su “voto oculto” no es esperanza, es miedo y dependencia, el silencio de quienes aún están atrapados en redes clientelares o el recuerdo deformado de un poder que ya no soluciona nada. Una eventual victoria de Andrónico no sería una elección democrática plena, sino la restauración de un poder anclado en la confrontación, el bloqueo institucional y la violencia organizada. Sería la reedición del autoritarismo, esta vez con rostro renovado, pero con las mismas lógicas de exclusión, verticalidad y conflicto permanente.
Tuto: el otro extremo que vuelve con las mismas recetas
Jorge Quiroga, en el otro extremo, simboliza el regreso de un conservadurismo que ya fue probado —y fracasó— en su intento de imponer orden sin inclusión. Su narrativa racionaliza el miedo, pero en el fondo, reproduce el mismo espíritu de imposición que critica. Su propuesta no es reconciliadora ni integradora, es excluyente, nostálgica y ajena a las nuevas mayorías sociales del país. Tuto no ofrece una alternativa, sino una restauración ideológica que desprecia el pluralismo popular. No puede construir mayoría más allá de su núcleo duro urbano y antimasista. Y si llegara al balotaje con Andrónico, el país entero quedaría atrapado entre dos extremos incompatibles con la democracia del siglo XXI.
Samuel Doria Medina: el camino hacia la recuperación económica y la reconciliación
Frente a estos extremos, Samuel Doria Medina emerge como la opción real de estabilidad, sensatez y futuro compartido. Samuel no representa una revancha ni una restauración, sino una propuesta de unidad nacional, diálogo y reconstrucción institucional. Es la expresión más clara de un centro democrático que no claudica ni ante el autoritarismo ni ante el extremismo conservador. Samuel es el candidato con la capacidad real de derrotar a ambos extremos y a la vez convocar a todas las regiones, sectores y generaciones del país. Representa el punto de encuentro entre lo que somos y lo que podemos ser: un país reconciliado, libre de miedos, sin bloqueos, sin persecuciones, sin violencia.
Vamos a estrenar el balotaje
Si la segunda vuelta enfrenta a Samuel Doria Medina con Andrónico Rodríguez, los votos de Tuto, Rodrigo y Manfred —distintos en matices pero unidos por un compromiso democrático— convergerán naturalmente en Samuel, dándole una victoria clara, porque en ese escenario no se elige entre candidatos, sino entre reconciliación y confrontación, entre futuro institucional y retorno autoritario.
Si la segunda vuelta se da entre Samuel Doria Medina y Tuto Quiroga, muchos de los votos de Andrónico y Rodrigo, de Eva Copa en El Alto, y Manfred en Cochabamba —que representan a una Bolivia joven, popular, regionalista y crítica tanto del viejo orden conservador como del modelo masista— se volcarán mayoritariamente hacia Samuel, porque encarna una alternativa moderna, democrática e incluyente, capaz de construir futuro sin exclusión ni revancha, lo que le permitirá imponerse incluso si parte del electorado de Manfred opta por Tuto desde una lógica más tradicional o restauradora.
El peor escenario —aunque improbable— sería un balotaje entre Andrónico y Tuto. Sería una batalla campal entre la revancha autoritaria y la restauración excluyente que confirmaría que Bolivia está partida en dos. El país volvería al callejón sin salida de la confrontación: con bloqueos, convulsión, estancamiento económico y descomposición institucional. Ese escenario no es alternancia democrática, es conflagración asegurada.
Parte del voto de Rodrigo, Manfred e incluso de Samuel, podrían volcarse o abstenerse, y lo más grave, el descontento y frustración masista podría buscar sus orígenes y votar por Andrónico, sumando el aporte de Johny, Castillo y Eva Copa; esa es la única oportunidad que el autoritarismo masista tiene para vencer.
Bolivia no resiste otra década de fractura social y polarización política. Necesitamos reconstruir el pacto democrático sobre nuevas bases: con justicia, con instituciones, con crecimiento sostenible y con respeto. Hoy, más que una elección política, esta es una decisión histórica. O elegimos la paz con unidad, o nos hundimos en un nuevo ciclo de violencia. Samuel es quien que puede evitar el abismo y abrir un nuevo tiempo de reconciliación nacional y social.
7 de julio de 2025
SAMUEL DORIA MEDINA
UN PAÍS EN VILO Y UNA VOZ CON FUTURO
EL PRIMER DEBATE PRESIDENCIAL DE BOLIVIA 2025
En
medio de una crisis que ha dejado al país exhausto —sin dólares, con inflación
creciente, combustible racionado y una justicia en ruinas—, el primer debate
presidencial televisado en décadas no solo marcó un hito, sino que delineó con
claridad los caminos posibles para salir del colapso. Más que un concurso de
oratoria o un desfile de promesas, fue un acto de reencuentro con la
deliberación democrática. Y entre los rostros presentes, emergió uno que no
solo entendió el momento, sino que supo estar a su altura.
Un liderazgo sereno en un país fatigado
Mientras
algunos apostaron por el efectismo técnico o la retórica del orden, hubo una
figura que conjugó claridad con mesura, experiencia con apertura. Samuel Doria
Medina no solo fue el más preparado; fue el único capaz de conectar la gestión
con la reconciliación, el dato con la sensibilidad. Su propuesta de acción en
los primeros 100 días de gobierno no fue un acto de marketing, sino la
expresión de una voluntad real de gobierno: eficaz, sobria y sin estridencias.
En un país harto de gritos y promesas, su tono fue elocuente precisamente por
su serenidad.
La
diferencia fue notable. Mientras Jorge Quiroga ofrecía un detallado —y
distante— plan de ingeniería institucional, Samuel habló desde el terreno,
desde la experiencia concreta de quien conoce los límites y posibilidades del
Estado boliviano. Y mientras Manfred Reyes Villa agitaba banderas de orden con
entusiasmo caudillesco, Samuel delineaba soluciones factibles, sostenibles, sin
recurrir al atajo populista ni al espejismo autoritario.
Las ideas claras y los silencios elocuentes
En
el bloque económico, Doria Medina evitó los maximalismos. Reconoció la magnitud
del colapso, pero no se quedó en la denuncia. Propuso mecanismos concretos para
estabilizar los precios, garantizar el abastecimiento de carburantes y
reactivar el crédito productivo, todo enmarcado en una ética de gestión
austera. Habló de eliminar privilegios y subvenciones improductivas, de empujar
la inversión privada con reglas claras, de recuperar la institucionalidad como
base de la recuperación. No vendió humo; ofreció gobernabilidad.
Pero
tal vez lo más relevante fue su capacidad de asumir los vacíos del debate. No
cayó en la comodidad del silencio frente a la crisis judicial o la
descomposición del sistema electoral. Y aunque el formato limitó la profundidad
de estos temas, Samuel dejó abierta una línea: la del consenso democrático como
vía para la reconstrucción del Estado. No se limitó a criticar; sugirió. No se
aisló; tendió puentes.
La unidad posible
El
intercambio entre Doria Medina y Quiroga fue uno de los momentos más
significativos del encuentro. Mientras otros se atrincheraban en relatos
cerrados, ambos delinearon coincidencias programáticas en temas clave como el
agro, el pacto fiscal y la inversión. Pero fue Samuel quien marcó el horizonte
con más lucidez: “No hay solución posible sin un acuerdo amplio”, dijo,
resumiendo en una frase el desafío mayor de este tiempo. Porque gobernar ya no
será mandar, sino concertar.
En
contraste, otros candidatos quedaron atrapados en viejas fórmulas. Eduardo del
Castillo defendió sin fisuras un modelo agotado, incapaz de reconocerse en
crisis. Johnny Fernández osciló entre el efectismo populista y la
improvisación. Y Manfred, aunque eficaz en la forma, no logró articular una
visión institucional del país. Solo Samuel asumió el reto de gobernar con
otros, sin negar sus diferencias, pero sin usarlas como pretexto para la
exclusión.
Un perfil que fusiona razón y compromiso
El
país no necesita salvadores ni tecnócratas inalcanzables. Necesita dirigentes
que puedan tender puentes entre el Estado colapsado y la sociedad que resiste.
Samuel Doria Medina encarna esa posibilidad. Su figura no promete refundar el
país en cien días, pero sí empezar a repararlo con responsabilidad, con manos
limpias y cabeza fría. Y eso, en una Bolivia desbordada por el desencanto,
puede ser el acto más revolucionario.
Una conclusión para el tiempo que viene
Este
debate no resolvió la elección, pero reveló con claridad los perfiles en
disputa. El tecnócrata sin pueblo, el caudillo sin equipo, el oficialista sin
autocrítica, el populista sin norte… y el gestor democrático que habla con
sensatez, piensa en el país y propone desde la experiencia. La Bolivia del
Bicentenario no necesita más pendulazos ideológicos, necesita equilibrio. No
más gritos, sino acuerdos. No más promesas vacías, sino compromiso real.
La
esperanza no está en quien más promete, sino en quien más sabe hacer. Y esta
vez, esa diferencia no fue retórica: fue visible, audible y, sobre todo,
confiable.
4 de junio de 2025
¿ANDRÓNICO?
En el marco del actual proceso de reconfiguración del sistema político, la habilitación de la candidatura de Andrónico Rodríguez podría representar no solo una salida institucional, sino también una válvula de escape necesaria frente a las tensiones acumuladas al interior del Movimiento al Socialismo (MAS) y, por extensión, del sistema político boliviano en su conjunto. Impedir la participación de un liderazgo emergente como el de Andrónico Rodríguez implicaría un grave error estratégico y una amenaza concreta para la estabilidad del país. A este pequeño engendro masista hay que derrotarlo en las urnas, no dejarlo rabioso como a un tigre herido.
Negar esta habilitación, en cambio, podría tener consecuencias catastróficas. Sería leído como una exclusión política deliberada, lo que puede derivar en una ruptura del orden electoral y en un nuevo ciclo de movilización y conflictividad social. No se puede —ni debe— llamar a elecciones generales cuando un cuarto del electorado percibe que su opción política ha sido vetada. Ello no solo afectaría la legitimidad del proceso, sino que pondría en cuestión la gobernabilidad posterior.
La historia boliviana ofrece precedentes que deberían alertarnos. Hace cuatro décadas, los intentos de proscripción de la candidatura de Hugo Banzer, aunque justificada por su condición de ex dictador, no hizo sino fortalecer su capital político y consolidar una narrativa de victimización que eventualmente lo llevó a la presidencia por la vía democrática. Más recientemente, en 2019, el intento de marginar al MAS del proceso electoral tras la renuncia de Morales y la crisis poselectoral, pudo ponernos en una situación de enfrentamientos fratricidas y lejos de debilitar a ese partido, contribuyó a su resurgimiento.
La lección es clara: la democracia no se fortalece excluyendo, sino integrando. La participación amplia y plural en las urnas es la única garantía para una transición ordenada, legítima y sostenible. Negar la candidatura de Andrónico Rodríguez no solo atentaría contra los principios de representación y competencia electoral, sino que reabriría heridas recientes y avivaría el conflicto. A las y los masistas hay que vencerlos en las urnas, situación que no se aplica a Evo Morales porque lo impide la ley y está proscrito por un mandamiento de apremio, por acusaciones de pedofilia de las que no quiso o no pudo defenderse.
Bolivia necesita elecciones con todas sus voces en juego. La exclusión nunca ha sido camino hacia la reconciliación ni la estabilidad. La historia, una vez más, nos ofrece la oportunidad de no repetir errores que ya hemos pagado caro.
14 de abril de 2025
LA UNIDAD POLÍTICA EN BOLIVIA
EL RETO DE UNA NACIÓN QUE QUIERE VIVIR
6 de abril de 2025
LA UNIDAD COMO IMPERATIVO DEMOCRÁTICO
5 de abril de 2025
EL DAÑO ES IRREPARABLE
TUTO... TUTO...
¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?
1 de abril de 2025
UNIDAD, DEMOCRACIA Y DESARROLLO
Por un nuevo momento político
historia y cierre de un largo ciclo
25 de marzo de 2025
¿POR QUÉ SAMUEL DORIA MEDINA?
PAUL COCA SUAREZ
Este mi análisis se estructura en tres puntos principales: la herencia dejada por casi 20 años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), la necesidad de un liderazgo efectivo para Bolivia, y las condiciones políticas y electorales representadas por el candidato Samuel Doria Medina.
Luego de casi dos décadas bajo el gobierno del MAS, Bolivia enfrenta una profunda crisis estructural, económica y jurídica. El país vive actualmente en una condición que podría describirse como "quebrado", con problemas derivados de un modelo económico insostenible basado en la exportación masiva de recursos naturales sin valor agregado, aprovechando temporalmente los precios altos en el mercado internacional.
A esto se suma la destrucción ambiental causada por incendios masivos en bosques, inversiones públicas irresponsables que generaron "elefantes blancos" y la creciente dependencia de créditos externos. La ausencia de diversificación productiva contribuyó significativamente a la crisis económica actual.
En términos jurídicos e institucionales, el MAS concentró el poder político anulando la independencia de los órganos del Estado, especialmente sometiendo al Tribunal Constitucional. El gobierno de Evo Morales elaboró una Constitución adaptada a sus intereses, evidenciando que su objetivo principal era perpetuarse en el poder. Este contexto se profundizó también por las debilidades y errores cometidos por la oposición política durante el mismo periodo.
Otra característica negativa del periodo masista fue la corrupción institucionalizada y el enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos, así como la cooptación política de importantes movimientos sociales, entre ellos la Central Obrera Boliviana (COB), hoy corresponsable de la crisis.
En síntesis, el MAS dejó un legado político y económico negativo, caracterizado por abusos de poder, corrupción, dependencia externa y falta de institucionalidad democrática, mostrando claramente cómo no debería ejercerse la política.
Frente a esta situación crítica, Bolivia requiere urgentemente un nuevo liderazgo caracterizado por visión clara, experiencia en gestión pública y capacidad real de negociación y pragmatismo político.
Los primeros 100 días de un eventual nuevo gobierno serán cruciales y sumamente complejos, ya que en ese período deberá definirse la hoja de ruta del futuro político y económico del país. Además, las probabilidades de una segunda vuelta electoral son elevadas, así como la posibilidad de tener un parlamento fragmentado. El MAS aún conserva una significativa base social y probablemente obtendrá representación legislativa.
En este contexto, un nuevo gobierno de oposición deberá demostrar gran capacidad negociadora, gobernar para todos los sectores sociales, gestionar conflictos inevitables con movimientos sociales afines al MAS y mantener el orden público frente a posibles movilizaciones sociales que busquen desestabilizar al país.
Entre los desafíos inmediatos destaca auditar el uso de recursos públicos entregados a organizaciones sociales y revisar las inversiones del anterior gobierno. La población exigirá soluciones inmediatas a problemas como la escasez de dólares, carburantes y productos básicos, lo cual requerirá eficiencia y pragmatismo del nuevo gobierno.
Además, es clave reconocer que desmontar el aparato político y administrativo creado por el MAS no será tarea fácil ni rápida, y que deberá realizarse respetando la Constitución vigente y sorteando las insuficiencias legislativas existentes.
Samuel Doria Medina se posiciona como uno de los candidatos más relevantes de la oposición. Ha logrado adelantarse políticamente al presentar un plan de gobierno claro y preciso, dando especial atención a los primeros 100 días de gestión. Su capacidad de construir alianzas estratégicas y territorializar la campaña política se considera una ventaja importante.
En Bolivia es insuficiente realizar campañas exclusivamente digitales; el trabajo territorial sigue siendo imprescindible para ganar elecciones. Samuel parece entender esto claramente, habiendo logrado alianzas clave en ciudades estratégicas, incluyendo La Paz, con organizaciones como SOL·BO o el Movimiento Sin Miedo.
Sin embargo, una de las mayores preocupaciones planteadas es la posibilidad de fragmentación electoral entre los principales candidatos de oposición, específicamente si no se lograra concretar una alianza entre Samuel Doria Medina y Jorge "Tuto" Quiroga. Esta situación sería perjudicial para la oposición y favorable al MAS.
El reto principal para Samuel, pero también para toda la oposición y la ciudadanía, es consolidar efectivamente una alianza amplia. Esto implica conformar listas parlamentarias renovadas, ofrecer soluciones concretas y movilizarse territorialmente, además de presentar propuestas atractivas y realistas al electorado.
Finalmente, una propuesta novedosa planteada por Samuel, que despierta interés y debate, es limitar constitucionalmente las reelecciones para cualquier cargo electivo a un solo mandato. Este punto resalta un esfuerzo por mostrar voluntad real de renovación democrática y evitar el abuso de poder, aunque implicaría una futura reforma constitucional.
RENZO ABRUZZESE ANTEZANA
Una de las principales consecuencias que dejó el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) es una profunda desinstitucionalización. Las instituciones son mecanismos sociales que sirven para proteger, difundir y conservar valores esenciales. Cuando estas instituciones se debilitan o destruyen, se pierden referentes sociales fundamentales. El MAS, durante casi 20 años en el poder, se dedicó a desmontar sistemáticamente las instituciones republicanas que sostenían el tejido social boliviano, promoviendo en su lugar un modelo alternativo llamado "Estado Plurinacional".
Sin embargo, lejos de consolidar una verdadera plurinacionalidad o inclusión social, el gobierno del MAS instauró una estructura política marcadamente étnica y racializada, fundamentalmente bajo criterios aymaras. La promesa inicial de inclusión étnica se transformó en un proceso de exclusión inversa o discriminación hacia otros grupos sociales, fenómeno conocido popularmente como "racismo a la inversa". Este concepto refleja cómo se impuso una lógica racial, fragmentando la sociedad boliviana, generando división, y anulando la pluralidad real en beneficio de una visión étnica única y dominante.
Otra importante herencia negativa del MAS fue la racialización de la política y la cultura, imponiendo un modelo centrado en la identidad étnica por encima de la ciudadanía diversa. Esto produjo una exclusión efectiva de un grupo social fundamental en la actual Bolivia: las clases medias. Diversos estudios nacionales e internacionales coinciden en que las clases medias representan ahora la mayoría social en Bolivia, habiendo aumentado sustancialmente su número durante las últimas dos décadas.
La estrategia del MAS, basada en una visión etnocéntrica, generó que esta nueva mayoría social, urbana y de clase media, se sintiera excluida del proyecto nacional. La consecuencia directa fue la movilización masiva y transversal que terminó expulsando a Evo Morales del poder en 2019. El conflicto evidenció una división profunda causada por la imposición de categorías étnicas rígidas que no se ajustaban a la realidad social del país, creando un clima político de tensión y enfrentamiento.
La tercera gran herencia del MAS es la destrucción del sistema político boliviano. Desde sus inicios, el proyecto político del MAS buscó deliberadamente eliminar el sistema tradicional de partidos, impulsando en cambio un modelo cercano al partido único, inspirado en el populismo autoritario. Esta estrategia se sustentó en una visión totalitaria que identificaba a los partidos políticos tradicionales como enemigos que debían ser eliminados para asegurar el control absoluto del poder.
Históricamente, los partidos políticos fueron esenciales como mecanismos de participación y representación democrática en Bolivia, desde principios del siglo XX. Sin embargo, el MAS, bajo una lógica populista descrita como "fascismo en clave democrática", destruyó esas instituciones representativas, pulverizando la capacidad de articulación social, política y democrática del país. Al eliminar los partidos, el MAS también destruyó las estructuras básicas de representación ciudadana, dañando profundamente la democracia boliviana.
La cuarta herencia negativa es la corrupción generalizada, que afectó prácticamente todos los ámbitos institucionales y sociales. La corrupción destruyó desde adentro cualquier posibilidad de consolidar los objetivos iniciales del proyecto político del MAS, incluso aquellos que podrían haber sido legítimos en su origen, especialmente relacionados con la inclusión de sectores campesinos e indígenas. Lo que comenzó como una promesa social terminó convirtiéndose en una práctica sistemática de envilecimiento institucional, comprometiendo seriamente el desarrollo del país.
Frente a este escenario devastado, el desafío fundamental que enfrenta Bolivia es el de reconstruir sus instituciones republicanas y democráticas. La reinstitucionalización es indispensable para superar las heridas provocadas por la racialización y fragmentación social y para reconstruir la representación democrática legítima.
En este contexto electoral, el binomio compuesto por Samuel Doria Medina y Vicente Cuellar ofrece una alternativa concreta y equilibrada para encarar dicho desafío. Samuel Doria Medina aporta conocimiento económico práctico, experiencia en gestión pública y una visión liberal moderada adecuada a la realidad social actual del país. Por otro lado, Vicente Cuellar complementa esta fórmula aportando un enfoque centrado en la recuperación institucional, la promoción de valores sociales y culturales, y la inclusión ciudadana amplia.
Esta alianza representa, por tanto, la posibilidad de reconstruir un proyecto nacional que abandone las lógicas destructivas del MAS. El objetivo central es revertir el daño causado por la desinstitucionalización, la racialización y la destrucción del sistema político. Además, se trata de reconocer a las clases medias como actores principales en la actualidad boliviana, sin desconocer las realidades sociales que aún persisten, pero enfocándose en un proyecto que mire hacia adelante y no hacia el pasado.
La tarea futura es compleja, pero pasa necesariamente por superar el modelo excluyente y racista impuesto por el MAS, recuperando instituciones democráticas sólidas y representativas, donde todos los ciudadanos puedan sentirse nuevamente incluidos. La propuesta política de Samuel y Vicente representa precisamente esa visión de futuro, centrada en la reinstitucionalización democrática y en una verdadera reconciliación nacional, condición indispensable para el desarrollo económico y social sostenible en Bolivia.
JULIO ALIAGA LAIRANA
Aunque la herencia dejada por el Movimiento al Socialismo (MAS) ya fue descrita por los participantes que me anteceden, es necesario puntualizar brevemente que Bolivia hoy enfrenta profundas crisis económica, institucional y moral. Hace 20 años, el país tenía una visión optimista, proyectándose como un centro estratégico de distribución energética para América del Sur, especialmente en gas y electricidad. Hoy, dicha visión ha desaparecido casi por completo debido al gobierno del MAS, que dejó un país profundamente deteriorado y sin perspectivas claras.
Sin embargo, más allá de esta crisis heredada, lo fundamental ahora es plantear propuestas concretas para salir adelante. Bolivia necesita urgentemente una candidatura fuerte, pragmática y, sobre todo, honesta, que responda con claridad a los desafíos del presente y construya un nuevo horizonte de país.
Desde el movimiento Cambio 25, se propuso inicialmente una visión de país sustentada en tres ejes fundamentales: el mercado, el Estado y la sociedad.
El mercado, como un centro generador de riqueza:
La generación de riqueza depende fundamentalmente de la libertad económica: libertad de emprendimiento, comercio abierto, igualdad de oportunidades, seguridad jurídica y respeto a la propiedad privada. Sin mercado no hay creación de riqueza, solo distribución de pobreza.
Un Estado autonómico y eficiente:
Se requiere un Estado pequeño pero fuerte, descentralizado, autónomo y comprometido con el desarrollo integral. Este Estado debe regular eficazmente la economía, reducir desigualdades y apoyar iniciativas privadas y colectivas, fortaleciendo la institucionalidad democrática.
Una sociedad compuesta por ciudadanos:
Bolivia requiere una sociedad multicultural, diversa pero unida, innovadora y conectada al mundo moderno. Es prioritario luchar contra la corrupción, la mediocridad y la ignorancia, enfrentando con firmeza estos obstáculos culturales al progreso nacional.
Aunque Cambio 25 tenía estas propuestas claras, carecía de recursos suficientes para competir electoralmente por sí mismo, por lo que decidió unir fuerzas con otros actores políticos afines.
Consciente de la gravedad de la crisis nacional, identificamos siete medidas urgentes para enfrentar inmediatamente al asumir el gobierno:
· Eliminar gradualmente la subvención a los carburantes, indispensable para recuperar estabilidad económica.
· Sincerar el precio de divisas extranjeras (dólares) para estabilizar el mercado cambiario.
· Cerrar las empresas estatales deficitarias que generan pérdidas insostenibles.
· Reducir la burocracia estatal para racionalizar gastos y fortalecer la eficiencia.
· Lograr la independencia efectiva del Poder Judicial, garantizando neutralidad, eficiencia y transparencia.
· Sostener políticas sociales dirigidas a los sectores más vulnerables, combinando equidad con crecimiento económico.
· Obtener financiamiento externo para enfrentar de inmediato las necesidades financieras del país.
Estas medidas deben implementarse rápidamente, idealmente en los primeros 100 días del nuevo gobierno, con decisiones claras desde el inicio de la gestión, pues no existe tiempo para improvisar ni dilatar soluciones.
Ante la necesidad de consolidar una alternativa política efectiva frente al MAS, se decidió respaldar la candidatura de Samuel Doria Medina junto con Vicente Cuéllar, quienes representan la capacidad real de llevar adelante estas transformaciones con solidez y pragmatismo.
Samuel Doria Medina destaca por su pragmatismo económico y político. Es un candidato con amplia experiencia en gestión económica, conocedor profundo del mercado, la administración pública y con conexiones nacionales e internacionales que pueden asegurar apoyo y estabilidad al país.
Además, Doria Medina comparte la visión de un Estado moderno, eficiente y descentralizado, respetuoso de la diversidad cultural y comprometido con los derechos sociales. Se identifica plenamente con la visión progresista, socialdemócrata y liberal-democrática que necesita Bolivia para superar las divisiones internas dejadas por el MAS.
Aunque cualquier campaña electoral obliga a los candidatos a embellecer su discurso, Samuel posee claridad y determinación para enfrentar con firmeza los problemas estructurales del país. Su compromiso con las propuestas mencionadas es sólido, especialmente por su intención explícita de implementar rápidamente medidas concretas en los primeros 100 días de gestión, algo fundamental dada la actual emergencia nacional.
Finalmente, se destaca que la candidatura de Samuel Doria Medina tiene la virtud de convocar a diversos sectores políticos y sociales bajo una visión común, inclusiva, moderna y democrática, alejada del autoritarismo y las visiones excluyentes del pasado.
1 de febrero de 2025
SOBRE LA ENCUESTA CLAURE
18 de diciembre de 2024
CARTA ABIERTA
Señores
Carlos Mesa Gisbert
Tuto Quiroga Ramírez
Luis Fernando Camacho Vaca
Presente.
CARTA ABIERTA
Estimados amigos:
Me dirijo a ustedes para felicitarlos por el histórico acuerdo que han alcanzado, un llamado a la unidad de la oposición democrática en Bolivia. Este esfuerzo, que busca consolidar un candidato capaz de encarnar los valores de la democracia, la libertad y la solidaridad frente al autoritarismo, el etnonacionalismo y la corrupción masista, es un hito que merece ser celebrado y reconocido por todas y todos los bolivianos que sueñan con un futuro más luminoso para nuestra patria.
Emprender este camino exige, más que voluntad, un empeño sincero, abierto y generoso. Es imprescindible que este esfuerzo supere las agendas personales para convertirse en un proyecto colectivo que abra las puertas de la igualdad a quienes deseen competir y participar. Solo así podrá cimentarse la confianza de la ciudadanía y germinar un verdadero compromiso con esta propuesta de unidad democrática.
Invito a todas y todos los bolivianos a sumarse a estos proyectos de unidad con fe y esperanza, sin descartar otros esfuerzos que puedan surgir desde diversos espacios políticos y sociales. Lo he dicho tantas veces que ya suena como un mantra: la verdadera unidad no nace de acuerdos entre cuatro o cinco dirigentes, por importantes que sean, sino de la convergencia de intereses de un Bloque Social que se ha unido en momentos cruciales de nuestra historia reciente. En 1952, para construir el Estado Nacional; en 1982, para rescatar la democracia; y en 2006, para integrar nuestras culturas, etnias y regiones en un solo tejido nacional. Ahora, el desafío es monumental: encontrar un modelo de desarrollo "a la boliviana" que nos guíe hacia la prosperidad.
Debo aclarar, no obstante, que estos procesos históricos han quedado inconclusos. Ni hemos logrado una institucionalidad estatal consolidada en todo el territorio, ni hemos construido una democracia con cimientos sólidos, ni la inclusión social ha llegado a abrazar a todos y todas. Estas tareas pendientes mantienen abiertas las heridas de nuestra sociedad, y resurgen como pulsiones latentes en todo momento, impidiendo el surgimiento de una ciudadanía plena y dejando a nuestra nación como un mosaico de comunidades con déficits en su cultura política democrática. Resolver estas carencias es el paso indispensable hacia el desarrollo.
En Bolivia, la unidad se ha forjado históricamente en procesos participativos, articulando las demandas de las mayorías. Esta unidad debe representar a nuestra nación en toda su pluralidad, reconociendo a sectores históricamente relegados y evitando caer en los extremos ideológicos. Es esencial dar cabida a nuevos liderazgos que incluyan a mujeres, jóvenes, minorías vulnerables y comunidades diversas, para renovar nuestra política y garantizar una representación legítima. Es aquí donde el pacto de unidad que Uds. han firmado frente a la nación, puede fortalecerse, comprendiendo e incorporando estas perspectivas esenciales.
Durante décadas, nuestro país ha estado atrapado en un vaivén de modelos opuestos: el fracaso del estatismo ha fortalecido corrientes liberales, y las desigualdades del mercado han devuelto el péndulo al refortalecimiento del estatismo, llevamos así casi cien años. Este ciclo, llamado del "Péndulo Catastrófico", ha sembrado inestabilidad económica, social y política, frenando nuestro desarrollo. Ahora le toca al liberalismo, que con su énfasis en el mercado, la propiedad privada y la inversión, se perfila como el camino más viable para superar las limitaciones que ha impuesto el masismo, pero que por sí solo no puede ofrecer una solución integral. Necesitamos un equilibrio que combine mercado y Estado, donde el primero genere riqueza y el segundo proteja a los vulnerables, garantizando educación, salud y oportunidades básicas.
Si algo falta en vuestro acuerdo, es frescura, es juventud, es renovación. Tras años de lucha y de defender los valores democráticos —algo que nadie puede negarles— existe el riesgo de quedarse atrapados en las alturas del liderazgo, lejos del latido cotidiano del pueblo. Este es, quizás, el mayor de los peligros. Encontrar esa fuente de agua fresca y cristalina, no contaminada por el pasado, es el desafío supremo para que este acuerdo de unidad se convierta en la brújula del futuro.
Desde mi humilde lugar de ciudadano, reitero mi compromiso férreo con este anhelo de unidad. La Cátedra Bicentenario, proyecto que tengo el honor de coordinar desde el Rectorado de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno y el Repositorio de la Memoria Democrática, ha convocado a casi dos mil profesionales de todas las universidades del país. Este espacio está preparado para contribuir con respuestas reales y viables a los problemas históricos y coyunturales de Bolivia, desde una perspectiva que combina la libertad del mercado con la solidaridad hacia los sectores más vulnerables.
La democracia no es solo un sistema político; es el espejo donde se refleja nuestro compromiso con la dignidad y los derechos de cada persona, sin importar sus diferencias.
Con un saludo cordial y los mejores deseos de éxito en esta empresa trascendental, quedo a vuestra disposición.
Atentamente,