Lo del asambleísta departamental, violador y masista, abre el debate sobre los usos y costumbres de cada quien. Más aún cuando en su defensa se ha argumentado que ese tipo de práctica sexual es parte de los usos y costumbres en las comunidades campesinas de la región.
En algunos pueblos del África la ablación es parte de sus usos y costumbres, y hay quienes han argumentado tal condición para defenderla frente a sus detractores, que en nombre de los derechos humanos, de las personas y sobre todo las mujeres, hemos condenado tal práctica, no solo como cruel, sino como un resabio de ignorancia y de barbarie.
De igual manera y siendo cuidadosos para no producir entre los afectados la falsa idea de que se discriminan sus costumbres al valorarlas, o de que quienes las juzgan den la sensación de ser superiores por no haber practicado en la vida semejantes hábitos (lo que rompería todo dialogo con un interlocutor extremadamente sensible y susceptible, por su condición de 'históricamente marginado'), tiene que llegar el momento de discutir lo que es permisible o no, sin complejos.
Así como los sectores más atrasados y menos educados de nuestra sociedad defienden su derecho a practicar usos 'ancestrales' y mantener costumbres, sean cuales fueren, quienes hemos gozado del privilegio de desarrollar nuestra personalidad en ambientes mejor cultivados, con información y formación más compleja, y habiendo conocido de antiguos y profundos pensadores universales, las condiciones éticas que permiten a una sociedad vivir y desarrollarse de otra manera (en el sentido de cultivar normas de respeto y valoración de los demás, como las que se exige para uno mismo), no podemos quedar callados e indiferentes. Tenemos que perder el complejo que nos ha impuesto la derrota político-ideológica infligida por el MAS a las clases medias, profesionales y más educadas para la vida, en nombre de culturas rurales y campesinas que no han alcanzado aún el nivel de complejidad necesaria para entender estos asuntos más allá de los limites culturales que impone el aislamiento de sus propias etnias.
Al pan, pan y al vino, vino. Si esas son las costumbres y los usos de algunos grupos minoritarios de nuestra población, son rasgos culturales denigrantes, indefendibles y que deben ser denunciados, como una forma incorrecta e inmoral de ser y de hacer las cosas.
¡Una violación es imperdonable, no hay argumento para defenderla!
El artículo del Sr. Julio Aliaga sobre los "usos y costumbres" como argumento justificador del reciente caso de violación en Chuquisaca me parece temerario, en el límite de la irresponsabilidad.
ResponderEliminarCuando se indica que "en su defensa (de esa violación) se ha argumentado que ese tipo de práctica sexual es parte de los usos y costumbres en las comunidades campesinas de la región", lo mínimo es citar la fuente de esa afirmación, para valorar su importancia y seriedad, pues de esa aseveración el señor Aliaga desprender la unicidad entre la agresión sexual y la cultura indígena. Esa convicción le permite afirmar al señor Julio Aliaga que: "Así como los sectores más atrasados y menos educados de nuestra sociedad defienden su derecho a practicar usos `ancestrales' y mantener costumbres, sean cuales fueren, quienes hemos gozado del privilegio de desarrollar nuestra personalidad en ambientes mejor cultivados, con información y formación más compleja, y habiendo conocido de antiguos y profundos pensadores universales, las condiciones éticas que permiten a una sociedad vivir y desarrollarse de otra manera (en el sentido de cultivar normas de respeto y valoración de los demás, como las que se exige para uno mismo), no podemos quedar callados e indiferentes".
Así, de la censura a un violador, se transita al anatema a una cultura y a una sociedad, escribiendo los artificios de difamación étnica más primarios y retrógrados. Una vergüenza.