Este mes de
septiembre, que es el mes de Santa Cruz, no quiero dejar pasar algunas cosas que considero importantes. En su honor:
1. Santa Cruz es el
crisol de la nueva Bolivia, de eso no hay dudas, allí se está fraguando nuestra
definitiva identidad: lo boliviano mestizo, urbano, democrático y representativo de las clases medias.
El dinamismo
económico cruceño es imparable y lleva a que en sus ciudades nos encontremos y entremezclemos las y los bolivianos de todas las
razas, culturas, creencias y condiciones. Santa Cruz es la nueva fragua.
Esa dinámica de vanguardia es también producto de décadas de transferencia de recursos y subvenciones desde las alturas hacia el llano, desde que el Plan Bohan lo diagnosticó en los años 40 del siglo XX y desde que la Revolución Nacional decidió por la apertura del Camino al Oriente en los años 50. Ese flujo de recursos no ha parado hasta ahora, y de ello deben ser conscientes las y los cruceños.
Esa afirmación no desmerece la pujanza, la altura de miras, la capacidad de trabajo, ni la institucionalidad privada, cooperativa y regional cruceñas, que son, desde luego, un ejemplo de cómo se pueden hacer mejor las cosas. Y ese es un producto de creación local.
2. Ese ser la
vanguardia económica se va a expresar, si o si, en ser vanguardia política y
cultural; eso es inevitable. El tema es saber cuándo, cómo, y en qué dirección.
Lo del
"cuando", depende sustancialmente de la capacidad de las élites
cruceñas de asumir esa responsabilidad; mostrarse
ante las y los demás bolivianos como sujetos portadores de un proyecto que
nos convoque, nos implique y nos convenga a todos y todas, para construir nuevos consensos sobre un destino común, que redefina, también, nuestro rol entre las naciones
de la región y en el mundo.
Entre paréntesis: (Sólo así se puede pensar en articular una nueva mayoría electoral, que reemplace en
el poder, al etnonacionalismo autoritario, populista, conservador y
antidemocrático, que hace 16 años somete al país a sus designios).
Insisto que la actual
dirigencia regional cruceña no está a la altura de ese desafío. Y que las y
los cruceños deben renovarla. Santa Cruz de hoy no es la de ayer, y sus élites
deben ser las de hoy y no las del ayer.
El otro asunto, el de
"en qué dirección" es más complicado. Porque no depende de las y
los cruceños solamente, sino que, reconociendo el rol protagónico y definitivo de la vanguardia cruceña para toda Bolivia, es de interés de cada boliviano y boliviana, sin
importar dónde hayamos nacido, ni dónde residamos. Si esto significa el futuro
para cada quien, para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, es que estamos todos y todas convocados a opinar, a participar
y a decidir sobre ese camino.
3. La dirigencia cruceña tienen que comprender (es parte de su desafío actual; eso es ser vanguardia) que su destino está ligado a la opinión y la decisión del
conjunto diverso y variopinto de quienes vivimos en este nuestro difícil y
querido país, y que ser conductores de la nación implica tomar en cuenta tanto
a quienes habitan el departamento más rico y más próspero en Bolivia, como a
quienes viven en los confines más lejanos, en las alturas del
Collao. Santa Cruz tiene que escalar los Andes.
A eso yo le llamo
"salir del primer anillo", que es la condición sine qua non, para liderar el futuro y dirigir a todo el país, desde la Plaza 24 de
Septiembre.
4. Hay condiciones
para que esto suceda. No es fácil escalar el Illimani. Y la principal es asumir
un compromiso de vanguardia; no se puede ser vanguardia caminando para atrás.
El futuro, aquí o
en cualquier país, al menos entre los que nos rodean, será progresista (se
puede ser progresista, de derecha o de izquierda, lo mismo que conservador),
ecologista, feminista, laico, igualitario en derechos, y equitativo
económicamente... o no será. Es posible pensar que podría no haber futuro y que podemos quedarnos estancados en el lodazal obscuro del presente.
Porque solo en una sociedad con un compromiso como el descrito, cabemos todos y
todas por igual y en igualdad de condiciones, toda otra opción es dicriminatoria y la discriminación, desde un lado o desde el otro, nos puede poner, como quieren que suceda los que reproducen su poder gracias a la polarización y el enfrentamiento, al borde de la guerra.
Y solo en una sociedad que cumpla esas condiciones, podremos pensar en detener la destrucción del medio ambiente (léase las condiciones para la reproducción de la totalidad social, rica, diversa y compleja), que es el otro gran asunto contemporáneo en el que las naciones y los pueblos deben pensar, si quieren sustentarse en el tiempo.
Solo así podremos
enfrentar el desafío de empoderar nuestra sociedad.
Empoderar quiere decir educar, elevar el nivel de conocimientos necesarios para
encarar los tiempos donde la industria, la producción y el
trabajo, dependen de compartir saberes, no solo entre nosotros, sino con
nuestro entorno y con el mundo. La riqueza está en la producción, y en esta era global de la humanidad, la
producción depende del conocimiento, no hay otro camino. Todo lo demás son cuentos.
Esto permite explicar y entender que no hay desarrollo posible sin sostenibilidad democrática, sin una sociedad mínimamente ilustrada. Esa tiene que ser La Responsabilidad (con mayúsculas) de las vanguardias políticas de este tiempo. Y ese camino no se puede trazar y menos caminar, con élites conservadoras, ni aquí, ni en Groenlandia, por decir algún lugar.
Si hay algo por lo
que debemos juzgar al MAS, no es por querer folclorizarnos con wiphalas, que eso (dejando sus secuelas) va a pasar; debemos condenarlo por habernos aislado de los saberes del mundo, y habernos retrotraído en el
retraso educativo y la ignorancia. Dos generaciones nos va a costar salir de eso.
Más que nunca en
este tiempo, el destino no es un asunto de voluntades. No es un asunto de
derechas o de izquierdas, porque solo en el centro de la política hay espacio para todos y para todas. El centro de la política es el espacio de realización de las sociedades de avanzada, que son sociedades mestizas, interculturales, urbanas, ilustradas y democráticas; son las sociedades del mundo de hoy, en Alemania, el Japón, en Colombia o en Bolivia. Solo falta reconocernos como tales y es la sociedad cruceña y Santa Cruz quienes está llamada a hacerlo, porque goza de las condiciones y posibilidades para hacerlo.
Es una condición de
supervivencia. Y desde Santa Cruz tienen la palabra.
Para navegar más sobre estos temas, invito a leer https://bit.ly/CicloBolivia